Quique Peinado es un tipo que vale mucho la pena. No sólo es un excelente profesional, sino que además, demuestra ser una persona con juicio, las ideas claras y mucha personalidad cuándo de mojarse se trata, especialmente vía redes sociales. Dice y hace lo que le sale del moño, sólo faltaría, y si a alguien no le gusta, dos piedras. Alza la voz cuando toca y expresa qué le pasa por la cabeza sobre las cosas que lo rodean, cosa que a menudo provoca que algunos hiperventilados convulsionen y empiecen a sacar espuma por la boca. Como acaba de volver a pasar. Hace unos días, el cómico y presentador, colaborador de Zapeando o en el programa Buenismo Bien, de la Cadena SER, demostró que no se casa con nadie y no le caen los anillos cuando tiene que escoger.

Quique Peinado / @quiquepeinado
Quique Peinado / @quiquepeinado

Y él, que es madrileño, si tiene que escoger unas patatas bravas, se queda claramente con las que hacen en Barcelona: "Voy a decir una cosa altamente impopular y que puede polarizar aún más esta red social. En Barcelona hacen mejor las patatas bravas que en Madrid". Y tiene más razón que un santo. El Tomás de Sarrià, La Taverna del Clínic, Sant Antoni Gloriós, el Senyor Vermut de l'Eixample, la Fábrica Moritz, La Esquinica de Nou Barris o El Raconet Charrúa del barrio del Guinardó, dan fe de ello. Pero ahora, los que han estallado como si hubieran comido unas bravas cargadas de salsa picante, de aquella de las potentes, han sido muchos usuarios anticulés. ¿Por qué? Por lo que ha dicho Peinado al ver qué ha pasado en el último partido del Barça antes del parón de la Liga para que se dispute el Mundial de Qatar.

Euforia desatada en el vestuario azulgrana después de una victoria épica en Pamplona. 1 a 2 en el campo de Osasuna, jugando con un hombre menos desde el minuto 30 por expulsión de Lewandowski, remontando el primer gol navarro, que tendría que haberse anulado por falta descomunal a Marcos Alonso que el árbitro, Gil Manzano, no vio ni quiso ver. Ni él ni el VAR consideraron que este empujón flagrante, como si fuera un placaje de jugador de fútbol americano, fuera falta... Incomprensible:

Al ver el atraco a mano armada, uno más, de un árbitro, Gil Manzano, que ya había expulsado en el pasado a Messi, Neymar, Suárez o Dani Alves, Gerard Piqué dijo que ya era suficiente. Y probablemente pensó: pa lo que me queda en el convento, y ya saben cómo continúa el dicho. Piqué se retira del fútbol, ya tuvo una despedida de película el sábado ante los culés en el Camp Nou, y el último partido, el de ayer, lo empezó de suplente. Y probablemente al descanso pensó que tanto se le repanpinflaba que lo sancionaran con uno, tres o setenta partidos, que él ya cuelga las botas. Por eso decidió que le tenía que decir cuatro cosas bien dichas al árbitro, especialista en tocar lo que no suena a a los culés. Piqué fue hacia él y se quedó a gusto. Según recoge el acta, expulsó al central azulgrana en el descanso porque le dijo: "Eres el árbitro que más nos ha jodido con diferencia. Es una puta vergüenza, me cago en tu p*** madre":

Unas imágenes que han entusiasmado a los culés. Piqué nos representa. Basta de dejarse pisar de manera sibilina por un personaje como Gil Manzano. Piqué hizo lo que seguro que muchos han pensado hacer de cara al día que dejen de trabajar, o cuando se marchen de según qué trabajos: mandarlo todo a hacer puñetas y no callarse nada. Eso es lo que hizo Piqué. ¿Y quién lo ha comentado? Quique Peinado. El madrileño, quién sabe si porque lo piensa, quién sabe si con todo el sarcasmo del mundo, ha dicho esto del jugador catalán: "Así imagino yo también mi último día trabajando. Ídolo". Una palabra, ídolo, que ha hecho sulfurar a los haters:

Como decía el Quijote, ladran, luego cabalgamos. Y sí: Piqué, ídolo.