El chef Raül Balam tiene, oficialmente, 47 años, pero si le preguntamos directamente al hijo de Carme Ruscalleda, responderá sin dudarlo que en realidad son 11. No es ningún chiste, tampoco un gesto de vanidad o de rechazo a hacerse mayor; todo lo contrario. El 5 de marzo de 2013 volvía a nacer desde el abismo de las adicciones: alcohol y cocaína. Abandonaba los hábitos que lo habían convertido "en una bestia" y que lo proyectaban, asegura, "a dormir en un cajero automático". Ingresó en un centro de desintoxicación y, con lágrimas, sudor y mucho miedo, apaciguó al monstruo. No matarlo, porque como siempre recuerda, esta enfermedad de salud mental siempre lo acompañará, pero sí que ganarle una batalla diaria. Y así, sin consumir y con todas las alarmas y alertas activadas para no recaer, hemos llegado hasta 2024. 11 años limpio que se cumplieron este martes, y que ha celebrado de una manera muy emotiva, compartiéndola también con EN Blau.
Raül fue uno de los ponentes de la conferencia que TransPerfect, empresa dedicada a la Responsabilidad Social Corporativa y que colabora con la Asociación de Familiares y Amigos de Niños Oncológicos de Catalunya (AFANOC), organizó en Barcelona. Un ciclo en el que participan diferentes personalidades con historias de superación, y la del chef es una de ellas. El dos estrellas Michelin y comandante de la famosa nave gastronómica de Carme se presentó con una nueva cicatriz esculpida en la piel: un palito tatuado, que se suma a los 10 anteriores, uno por cada año sin recaer: "Me da la sensación que llevo muy pocos palos. Es super poco". Y por eso está siempre ojo avizor, frenando los impulsos que podrían hacer descarrilar su estabilidad.

Para aquellos que quizás piensen que 11 años son suficientes para poder bajar la guardia, se equivocan. Y un buen reflejo es ver cómo se emociona al explicar su caso, sus vivencias, y al recibir el calor y la admiración de sus interlocutores. Todos escuchaban con atención al autor del libro "Enganchado", publicado ahora hace un año, con el corazón encogido. Raül siempre habla claro, es directo, libre y sin manías. "Me interesa mucho la opinión de los míos, porque son los que me quieren y sé que me pueden llegar a decir si está bien o mal, y siempre respetarán lo que yo quiera hacer al final. Y lo que opinen los terceros... Mira, siempre me han gustado mucho las faldas y este año he empezado a llevar faldas, y soy consciente de que la gente me mira, pero me es igual". Sobre cómo cayó en la droga: "Hace 12 años te habría dicho que ingresé por el estrés del trabajo, tomaba por la presión, tomaba por la madre que tenía, tomaba por mi condición homosexual. Pero al final la excusa es la de menos. Yo había tenido el mejor servicio del mundo, yo me iba al bar a celebrarlo. Si había tenido un mal servicio, me iba al bar a ahogar las penas. La euforia y el desastre. Importa una mierda el porqué, lo que quiere es que tú consumas."

La charla en la agencia de viajes Pangea le reservaba una pequeña sorpresa: no hay aniversario sin pastel. Raül tiene motivos para soplar muy fuerte: "No te diré que en el mejor momento, pero estoy en un momento muy bueno que disfruto mucho de lo que hago. He aprendido a saber cuál es mi estilo. Disfruto del Cuina Santa Pau, que es como un juguete, disfruto dels Moments y el trabajo que estamos haciendo. Ya teníamos las pilas puestas, pero... Hay muchos proyectos. Este año cumplimos 15 años y queremos petarlo". Sobre su madre, una pincelada importante: ríen cuando recuerdan el infierno de la adición: "La tendrías que escuchar explicando chistes. Es muy buena. Yo el que he recuperado es a mi madre, y ella a un hijo. Reímos mucho de la enfermedad, hemos aprendido a reír. Hemos aprendido a aceptarla". Y finalmente, un tema que a EN Blau, como buenos cotillas, nos preocupa: su corazón. ¿Pareja? ¿Ilusiones? ¿Proyectos? Raül ríe, por una vez lo vemos pudoroso. Pero responde: "Mi corazón siempre está ocupado. Está siendo uno año muy bueno". Y los que te quedan. Por muchos años, y enhorabuena.
