Ha sido una de las confesiones más sorprendentes y chocantes de los últimos meses: el chef Raül Balam, hijo de la famosísima Carme Ruscalleda, reconoce su adición al alcohol y a la cocaína. Hace mucho tiempo que está limpio, pero no se engaña y se considera un adicto, 7 años después de tocar fondo. Su familia jugó un papel fundamental en su recuperación, ofreciéndole una vía de escape en su espiral de autodestrucción. Carme y su hermana superaron el choque inicial y tomaron conciencia del problema. La propia madre ha explicado algunos detalles de todo este proceso tan doloroso y sanador en el 'Planta Baixa' de TV3. "Yo veía que tenía actitud extrañas, pero me costaba entender que eso era una enfermedad. Pensaba que sería cosa de 15 días, y no era así. Le echó cojones".
Raül ha hecho un documental donde narra este mal trago tan complicado, "Camino Libre". Se siente una persona nueva, "veo que ahora formo parte del mundo", pero sin bajar la guardia. El 5 de marzo de 2013 todo cambió. Una llamada de su hermana a su madre fue determinante: "se le ha escapado de las manos". Tenían que hacer algo. Una reunión familiar lo salvó. Él estaba entregado: "haced lo que queráis conmigo". Y lo hicieron, ingresándolo en un centro de desintoxicación. Desde entonces, el cocinero del 'Moments' en el Hotel Mandarin de Barcelona no ha vuelto a caer en los vicios, y por si acaso desfallece, se lo ha escrito en el cuerpo. Lleva un tatuaje oculto donde va contando el tiempo que ha pasado sin excesos ni drogas, y que recuerda a las marcas de los presidiarios en su celda, una especie de calendario hacia la libertad. Repasando su Instagram lo hemos encontrado. Bajo la axila izquierda, 7 líneas que equivalen a 7 años limpio.
Ojalá que Raül acabe con todo el torso lleno de marcas. Será la mejor noticia para él y para aquellos que le quieren. Un gran ejemplo de superación, el suyo.