En los años 90, si ponías la tele y sintonizabas algún programa de variedades, concursos, entrevistas, buen rollo y sonrisas, era imposible no encontrarte a Regina do Santos. La cantante y bailarina brasileña era la alegría de la huerta, una carcajada sonora inconfundible, unos ojos enormes llenos de vida, unos rizos característicos y un ritmo en el cuerpo que no tenía nadie. Energía desbordante, contar con ella era sinónimo de alborotar al personal. Después de aterrizar en Barcelona en el año 85 fichada para el mítico El Molino, empezó a sacar la cabeza y el resto del cuerpo por programas como La casa por la ventana", "Àngel Casas Show", "Paradise tropical", "Por la mañana" y tantos y tantos otros.
Después, pasados los años, la hemos ido viendo en más programas como ¡Qué tiempo tan feliz! de María Teresa Campos, Sálvame con Jorge Javier Vázquez o Pasapalabra cuando lo presentaba Christian Gálvez. También tocó los reallities, como el que se hizo en el 2011, Acorralados, donde diferentes famosos tenían que convivir en una granja llena de animales. No entró con demasiado buen pie y fue la primera expulsada. Sin embargo, después volvió a entrar en el concurso y consiguió aguantar hasta casi el final, siendo repescada y posteriormente, la última eliminada del concurso, quedando la cuarta clasificada.
Probablemente esta fuera una de las últimas veces que la vimos en la tele. Después, años donde las cámaras le han girado la espalda y se han olvidado de ella, como ha pasado tantas veces con mucha otra gente. Hasta que la han entrevistado este martes en Espejo público de Susanna Griso. El matinal de Antena 3 se ha puesto en contacto con ella y nos ha conmovido con su lamento: "La fama se olvidó de mí". Una Regina que estaba especialmente dolida con todas aquellas personas que le han cerrado la puerta en las narices cuando ha llamado los últimos tiempos o que directamente, no le han cogido el teléfono. Y en este sentido, está muy triste por el comportamiento de un productor que ella creía que era amigo suyo que ha pasado de ella olímpicamente: "la vez que más lloré en mi vida fue cuando no se ponía al teléfono".
Una Regina que aparecía así ante cámaras y que hacía sufrir. Cómo ven, tiene un morado considerable en el ojo derecho, y sendas tiritas en la frente y bajo la nariz. Son las secuelas de un "accidente brutal" que ella ha recordado y donde "sangré como una loca".
Nos ha dolido verla así. Esperamos que se recupere muy pronto de las heridas y del susto del accidente, y todavía esperamos más que vuelvan a contar con ella en algún programa. A sus 74 años todavía tiene cuerda para rato y energía para regalar a los espectadores, si le vuelven a dar una oportunidad.