El aeropuerto de Madrid ha sido escenario de una de las peripecias más rocambolescas y espinosas de la trayectoria de Ricard Ustrell. El periodista y presentador de Catalunya Ràdio y TV3 acabó detenido, junto a su productora, Sara Llovet, cuando intentaban volar a Israel. El país de Oriente Medio es, desgraciadamente, el epicentro informativo mundial por las sanguinarias acciones de los palestinos de Hamás y la brutal respuesta por parte del Estado hebreo, desencadenantes de una guerra en la Franja de Gaza que se ha extendido también al Líbano. Ustrell, quien a lo largo de su carrera se ha caracterizado por visitar puntos calientes, se plantó en el aeropuerto madrileño justo después de entrevistar a Alberto Núñez-Feijóo. Tenía el tiempo justo para pasar el control de seguridad, después el de pasaportes y ocupar su asiento en la aeronave. Lo consiguió, pero todo lo que pasó durante el proceso originó un desenlace inimaginable.
El de Sabadell ha explicado esta mañana el relato de un episodio que mezcla la mala suerte, una decisión poco acertada pero irremediable y un ambiente crispado por la convulsa situación en Israel. Todo empieza en el mencionado arco de control de equipaje, que pasan sin problemas, a pesar de llevar enseres diversos y que no pudieron facturar por falta de tiempo. Había chalecos antibalas, cascos protectores y material audiovisual e informático. En aquel momento empieza una carrera hacia la puerta de embarque, situada lejos de aquel punto. Tanto que tenían que coger un tren lanzadera. Mientras esperaban su llegada, revisan que no se han dejado nada en la cinta de control. Efectivamente, está todo. Pero hay un problema. Sobra un objeto. No es suyo. Se trata de un ordenador portátil. ¿Qué hacer? No había ninguna policía ni guardia de seguridad cerca, tampoco pueden dar marcha atrás porque pierden el vuelo. ¿Decisión? Dejar el aparato sobre un asiento. Llega el tren y van a toda velocidad hacia la puerta de embarque, que también atraviesan sin problemas. Incluso, ocupan sus plazas en el avión. Y empieza el show.
Ustrell y su productora empiezan a ver y oír cosas raras, pasa algo. El comandante del vuelo de Iberia, con un inglés macarrónico pero perfectamente inteligible, se dirige al pasaje. El mensaje: hay dos pasajeros que serán desalojados. No acaba aquí: el resto de viajeros también tienen que bajar inmediatamente. Hay que realizar un control de seguridad. Todos a coger su equipaje de cabina y a esperar en la pasarela hasta recibir el visto bueno. Todo nace por la orden de un agente del Mossad, el servicio secreto israelí. Poca broma. Cuando están fuera, aparece la policía española. Entran a revisar el avión. Después, se presenta un grupo de guardias civiles. Son 6. ¿A quién buscan? A Ricard Ustrell y a Sara Llovet. Quedan detenidos en aquel momento.
Los agentes los llevan a una sala y los registran. Y cuando empiezan a mirar los ordenadores, todo cobra sentido. Ustrell y Llovet, de alguna manera, respiran aliviados. El presentador explica todo lo que ha pasado con el famoso dispositivo. "Lo miran por cámaras, comprueban que es verdad, y me dicen de acuerdo, pero tenemos que continuar la investigación porque esta persona ha denunciado, y el ordenador no está donde lo habéis dejado". Es decir, alguien se había llevado el aparato, aprovechando la ocasión. Los tertulianos de Catalunya Ràdio, como Vicent Sanchis, hurgan en la herida: "Cómplice necesario en subtracción de ordenador, quizás la semana que viene no lo encontremos aquí". El caso está bajo secreto de sumario, veremos cómo acaba la cosa. Lo que sí que sabemos, sin embargo, es que no volaron. De hecho, no lo hizo ningún pasajero de su vuelo: acabó cancelado por el riesgo en la zona de destino. El colmo.
Todo este lío, para nada. Eso sí, no lo olvidarán nunca.