La Semana Santa, tradicionalmente una época de recogimiento, unión familiar y descanso para muchas familias españolas, ha sido este año un verdadero calvario en la casa de Isabel Preysler. La que en su momento fuera considerada una de las mujeres más glamourosas y queridas del papel couché, vuelve a vivir en carne propia la soledad y el distanciamiento de sus seres más cercanos. Todo, a raíz del profundo deterioro en la relación con su hija Tamara Falcó y el yerno que nunca llegó a ser oficialmente, Íñigo Onieva.

Aunque los rumores venían sonando con fuerza desde hace meses, esta Semana Santa ha confirmado lo que muchos temían: la relación entre Isabel y la pareja está completamente rota. Lejos de lo que muestran en redes sociales o en eventos públicos, Tamara e Íñigo apenas soportan compartir espacio con la matriarca del clan Preysler. Fuentes cercanas aseguran que la tensión es tal que ambos han optado por alejarse físicamente de Madrid durante estas fechas para evitar una convivencia que se ha vuelto insostenible.

La gota que colmó el vaso, según allegados al entorno, habría sido un fuerte enfrentamiento en marzo, a puerta cerrada, en el que Isabel le habría recriminado a Tamara su actitud distante y el “papel” que ambos hacen en público. "No hay sinceridad, todo es de cara a la galería", habría dicho Isabel con lágrimas en los ojos, refiriéndose a la relación de la marquesa de Griñón con Íñigo Onieva, que continúa siendo motivo de debate tanto dentro como fuera de su círculo íntimo. Según se comenta, Isabel nunca ha terminado de aceptar la reconciliación con Íñigo tras la infidelidad pública que sufrió su hija y, pese a sus esfuerzos por mantener las formas, la convivencia con él se ha vuelto imposible.

Semana Santa gris en la casa de Puerta de Hierro

La situación ha terminado por estallar en esta Semana Santa. En lugar de reunirse en la espectacular casa de Puerta de Hierro como en años anteriores, Tamara e Íñigo han hecho las maletas rumbo a un destino desconocido, lejos del foco mediático… y lejos de Isabel. La socialité, por su parte, ha optado por quedarse sola en Madrid, cancelando discretamente las comidas familiares y las tradicionales reuniones con amigos íntimos. “No está bien. Se siente desplazada, dolida y, sobre todo, traicionada”, afirma una fuente cercana.

A todo esto se suma el peso emocional que Isabel arrastra desde su separación con Mario Vargas Llosa, el distanciamiento con algunos de sus hijos y la creciente sensación de que sus mejores años como anfitriona y eje de la familia han quedado atrás. Aunque mantiene una imagen pública impecable y sigue recibiendo invitaciones para actos sociales, en privado, Isabel estaría atravesando uno de sus momentos más difíciles.