La jet-set y la aristocracia madrileña tienen el 23 de febrero marcado en su calendario. No, no se trata de una celebración nostálgica del golpe de estado de Tejero, Armada y Juan Carlos de Borbón. El motivo es, en teoría, mucho más alegre: una boda. La familia Falcó vuelve a protagonizar un enlace de campanillas: nada que ver con el de Tamara e Íñigo Onieva, pero bastante pomposo, petulante y VIP. El novio es un sobrino del patriarca, el difunto Carlos Falcó. Hablamos de Felipe Matossian Falcó, marqués de Pons, que pasará por el altar con Ina Morenés Allende-Salazar. Él, aparte de noble, se dedica a organizar cacerías. Ella es diseñadora de interiores. Muy pijos ellos, claro.

La invitación al bodorrio, que empezará en la iglesia de Las Calatravas de Madrid, junto a la Puerta del Sol, ha llegado al nuevo ático del matrimonio. Un hogar donde no parece que reine la armonía ni el buen rollo conyugal. El día a día está erosionando una relación de pareja que ya vendía defectuosa de fábrica, y que solo se ha salvado gracias a humillaciones públicas, redenciones religiosas y una exclusiva con tantos ceros que nublaba la vista. Pero ni todo el dinero del mundo puede aplacar las luchas internas de Tamara y Íñigo. Cosa que, desde hace unos meses, se producen más a menudo y de manera pública. La cosa no funciona. Es así.

Un viaje transoceánico separados en un avión y en diferentes clases, una estancia en Miami que no le apeteció nada de nada, y una pelea en un restaurante de la capital de España han accionado todas las alarmas sobre la salud de esta unión. El nivel del runrún ha ido escalando con el paso de los días, favorecido por las manifestaciones públicas de una Isabel Preysler que hacía de bombera pirómana: ella quería apagar las llamas, pero lanzaba gasolina a la hoguera. Es la Preylser, no lo olviden. Algo pasa cuando le dedicas tantos esfuerzos y tiempo a desmentidos de terceros. Por eso la invitación de boda del primo Felipe es un compromiso envenenado: tienen que estar, a toda costa, aunque a Onieva no le hará nada de gracia tener que representar, por enésima vez, un papel en la obra de la vida de ficción de Tamara. Habrá conflicto.

Isabel Preysler y Tamara Falcó / GTRES

A Tamara le gusta más una boda que comer con los dedos. Y claro, con su experiencia todavía calentita, seguro que quiere jactarse del lujo y detalles cuidadísimos de su día especial, pegaddo la chapa a todos los que quieran escucharla... o no tengan más remedio. La Falcó no solo asistirá con su marido; también prestará una joya muy valiosa a la novia: una tiara de diamantes. No pueden ser más pretenciosos ni intentándolo. Más vale que la pieza brille tanto que eclipse al propio Sol y a la propia Tamara. Porque todo el mundo estará analizando cada paso del matrimonio. Y saltarán chispas. Que nos conocemos.

Tamara e Íñigo / GTRES