8 de julio. Esta fecha está marcada en rojo para la jet-set española. Aquel día Tamara Falcó e Íñigo Onieva se casarán, siempre que Onieva no haga de las suyas, claro. El primer intento salió rana: horas después de anunciar el compromiso y de comprarle un anillo de 20.000€ se hizo público el famoso vídeo del futuro marido morreándose con otra mujer en un festival techno y elitista en el desierto de Nevada. El 98% de la población mundial, incluso los que no habían oído hablar nunca del personaje, no se extrañó. La leyenda de Íñigo tiene su propia entrada en la Wikipedia: rey de la fiesta y osito amoroso con sus amistades femeninas. Tamara también la conocía, pero no quiso hacer caso hasta que no se la encontró en sus narices. La reacción fue mandarlo a hacer gárgaras, pero durante un "nanosegundo en el metaverso". Acabaron 2022 arrejuntados y han vuelto a anunciar boda. No queremos ser gafes, pero las segundas partes...
Sea como sea, Tam y Oni ya están preparando el enlace. Y se están encontrando con un montón de problemas. Tanto es así que aplazaron la fecha inicial prevista del 17 de junio a la segunda semana de julio. ¿Por qué? Por problemas logísticos, dijo la hija de Isabel Preysler. Por una vez en la vida nos la creemos: organizar la boda no está siendo nada fácil. Mejor dicho, este bodorrio. Tenía que ser un evento 5 estrellas VIP superior, pero todo apunta a una mezcla entre "Esta casa es una ruina" y un Primavera Sound a las 5 de la madrugada. Es decir, de glamur, poco. Más bien indigno y muy alejado de la imagen de millonarios que proyectan.
Le destripan el bodorrio a Tamara Falcó e Íñigo Onieva: el palacio El Rincón se está cayendo a pedazos
El convite será en el palacio El Rincón, propiedad de la marquesa de Griñón y que desde hace tiempo está en venta por un precio de 7 millones de euros. No lo coloca, eso sí. ¿El problema? Que se está cayendo a pedazos. Un desastre. Según leemos en el digital Informalia, el edificio tiene un aspecto fantasmagórico y un mantenimiento inexistente, con las ratas convertidas en sus principales inquilinas. Tocará desinfectarlo a fondo, aunque quizás este no es el peor problema: de todos los lavabos originales, solo uno funciona. Si Tamara quiere ponerlo en orden y convertirlo en un marco incomparable tendrá que desembolsar mucha pasta. Y parece que no estaría por la labor. Por eso optará por hacer cuatro trabajitos para adecuar algunas habitaciones a fin de que la parejita pueda cambiarse de ropa en unas condiciones mínimas de salubridad. Pero eso no es lo peor: la noticia más preocupante y asquerosa afecta a los invitados de la ceremonia.
El detalle más asqueroso y humillante afecta a los invitados: tendrán que hacer sus necesidades encerrados en urinarios portátiles
Tamara debe estar subiéndose por las paredes, mosqueada como una mala cosa. Le han destripado los secretos del bodorrio. El primero quizás no parece tan grave: la fiesta, el baile y todo el desenfreno será bajo una carpa en el jardín de la finca. El interior del decrépito palacio quedará restringido a los novios y a familiares directos, incluyendo los lavabos que tendrán que pasar una ITV. El resto de mortales, por muy pijos y finolis que sean, tendrán que decidir entre tres opciones: o retener líquidos hasta reventar la vejiga, aliviar sus urgencias en árboles o matorrales, o lo peor de todo: hacer sus necesidades en urinarios portátiles, los conocidos tigres. Lavabos químicos, sí. La quintaesencia del glamur. Armani, Dior, Chanel o Stella McCarteny están pensándose vetar sus vestidos en la boda del año. Será que no somos de la élite y que hemos visitado muchos de estos ingenios malolientes, pero no parecen adecuados para Tamara, Preysler y el espíritu errante de Vargas Llosa. Ni en broma.
En esta boda, más que zapatos de tacón y stilettos, lo que necesitarán serán botas de agua de pescador, de aquellas de vaders ríos. Ecs.