Tamara Falcó ya tiene 42 años, aunque a menudo no lo parezca. Aclaración: hablamos de edad mental, aquí no hemos venido a criticar (ni a alabar) a nadie por su físico. El tono de voz de pitufo pijo es lo que provoca, que no te puedas tomar seriamente a tu interlocutor, en este caso a la hija de Isabel Preysler y señora de Iñigo Onieva. Pues bien, como la marquesa es una persona tan ajetreada y que va a tan a tope con cosas superimportantes de la muerte, tiene pocas, poquísimas oportunidades para disfrutar del tiempo libre, de los amigos, de la vida. Pobre niña rica. Estamos llorando.
Damos por supuesto que han cogido la ironía, pero por si acaso lo dejaremos bien claro: era broma. Tamara Falcó es al mercado laboral lo que Abascal a la democracia: absolutos desconocidos. Pasa la vida de sarao en sarao, de viaje en viaje, de hotel de cinco estrellas a resort paradisiaco, visitando compulsivamente restaurantes de muchos ceros. Un no parar. Esta semana, sin embargo, era especial. Concretamente por su cumpleaños, que tratándose de un personaje de la España más facha, retrógrada y penosa, no podía ser en otra fecha: el 20-N. Aquel día murió un dictador fascista, adorado por los correligionarios ideológicos de gente como Falcó, y 6 años después venía al mundo la Tami. El ciclo de la vida. Parece un cuento de Disney. Pero de los malos, claro.
La tétrica coincidencia ha tenido su continuación 42 años después. Tamara ha celebrado la fecha con la cuchipandi, que le han preparado la sorpresa menos sorprendente de la historia de la humanidad, aparte de cutre y hortera. Un trozo de pastel de chocolate con una vela y una de esas bengalas de reservado VIP de discoteca, a punto de convertir la cabellera de la Falcón en una pira. Como la casulla del padre que la casó, más o menos. La protagonista, fiel a su personaje, reaccionó con la mueca impostada que la caracteriza, haciéndose la conmovida, agradecida y emocionada. Gracias por venir, oh Tami, qué haríamos sin ti. Ahora bien, que el detalle más ridículo todavía no ha sido descubierto. Más que un cumple parecía un funeral. La banda sonora al menos.
Los pijos son como son, y se ve que a los escogidos de Tamara les daba mucha vergüenza cantarle a la homenajeada. Eso es de pobres, deben pensar. No busquen más, la peor interpretación del "Cumpleaños Feliz" está aquí. Preparen sus oídos para el desastre, y los pañuelos para secarse las lágrimas. De la risa, claro. Vaya espectáculo tan patético, reina. Te lo podrías haber ahorrado, no hay que hacerse este daño en público. Por muchos años. O no, viendo este panorama.