Seguimos arrancando hojas al calendario y ahora son tres (menos un día) las semanas que quedan para la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva. 20 días que los enamorados y casamenteros más posh del panorama patrio están pasando separados. Muy separados. Una se ha recluido en una clínica de VIPS que quieren perder peso en Marbella y solo sale para volar a Nueva York a ajustarse el vestido de novia de Carolina Herrera (y alguna escapada clandestina nocturna con menú hipercalórico), y el otro pasa el día de aquí para allá de despedidas de soltero... y de comilona en comilona. El madrileño solo desfasa en la mesa, las juergas nocturnas son historia. O eso es lo que nos vende en redes sociales, claro. Tiene que aparentar.
Ofrecer la imagen de buen muchacho, casto e inmaculado es la historia de la vida reciente de Íñigo. Convertirse en marqués consorte de Griñón es un objetivo que hay que sudar de lo lindo, porque representa un cambio radical respecto a sus antiguas costumbres y hobbies. El baño de realidad posterior en los cuernos del desierto de Nevada le dejó las cosas claras: ¿Quieres entrar a la jet-set, Iñi? Pues ya sabes el camino. El chico, todo hay que decirlo, lo pilló rápido y se puso manos a la obra. Tanto es así que el personaje se lo ha comido, llegando al paroxismo y provocando la incredulidad absoluta: las fotos de la despedidaen Budapest eran un festival del bostezo, nadie se cree que eso fuera una fiesta de final de soltería. Porque como soltero, Onieva era un rey del mambo.
Íñigo Onieva, segunda despedida de soltero en Ibiza. Aquí ha comido
Pues bien, ha pasado lo mismo este fin de semana en Menorca. Incluso ha sido más parco, solo ha colgado una fotografía de la aventura. Una aburridísima, aunque la estampa sea preciosa, la cala retratada también y no diríamos que no a la comida que se pegó en un precioso establecimiento de la costa norte de la isla, a pocos kilómetros de Ciutadella. Se trata del Ivette, en Cala Morell. No es un templo de la gastronomía ni se parece absolutamente nada a las maravillas que ha preparado Eneko Atxa para el convite del bodorrio, pero tiene unas vistas idílicas. Su mirador es punto obligado de paso para cualquier visitante o comensal. Onieva también ha picado, claro, demostrando que, fotográficamente no sería el observador más original. Pobre reportaje.
Tamara Falcó en la clínica VIP para perder peso mientras su futuro marido se pone las botas
Entre bacalao rebozado, mejillones a la marinera, patatas fritas con sobrasada, risottos y otras cosas tan menorquinas como un puchero de fabada, Onieva se ha puesto las botas y ha contraprogramado a su prometida, que las pasa canutas en la Buchinger con 250 calorías al día. Zumos, caldos, agua y mucho aire marinero forman parte de su dieta. No hay problema, el resto de calorías se las está zampando él. La de este establecimiento no ha sido la única comida de la expedición, claro: en la villa de lujo que habían alquilado han comido o cenado entre poco y nada. Más bien pasar la resaca hasta el momento de ir al siguiente avituallamiento... y lo que surja.
Íñigo poniéndose fino y Tamara hambrienta. Son la noche y el día.