La ultracatólica Tamara Falcó quiere tener hijos. Hijos biológicos, naturales y, a ojos del Santísimo y de la Iglesia, totalmente libres de pecado. Para que no tengan ningún tipo de dudas: entre una mujer y un hombre casados en ceremonia religiosa. Requisitos que la hija de la Preysler cumple desde el pasado 8 de julio, cuando contrajo matrimonio con el inefable Íñigo Onieva. El trabajo y los deberes están hechos, el papeleo y la teoría, vamos. Ahora falta la parte práctica. Ponerse .Al lío, que dirían los castizos. Pero la cosa se está retrasando, está aparcada. Procrastinan que da gusto. Siempre lo dejan para el día siguiente, o para pasado mañana, o dentro de un mes, o... sine die. El tiempo pasa, y el pedido de los tamaritos o tamaritas sigue sin concretarse.

No hubo acción la noche de bodas, la pareja iba de cabeza con el bodorrio que habían montado. Estaban muy cansados, perjudicados, aturdidos y con la mente puesta en el viaje que estaban a punto de comenzar, celebrando su unión. Más de un mes en países como Sudáfrica o la Polinesia Francesa, a todo trapo. Una aventura que, a pesar de llevar ya semanas a España, todavía están rentabilizando en redes sociales. Dicho esto, y volviendo al tema que nos ocupa, las noches del flamante matrimonio durante estos meses han sido única y exclusivamente para descansar. A mimir y basta, nada de arrumacos ni de hacer cositas de marido y mujer. Tampoco en Sotogrande, donde han ido de vacaciones, pobrecitos, para descansar tras tanto trabajo. Por lo tanto, si no consuman, ¿cómo llegarán a la meta de la maternidad? Complicado. Ahora bien, resulta que hay una explicación.

Tamara Falcó e Íñigo Onieva besándose en Bora-Bora / Instagram

La luna de miel, sin mucha acción. El motivo

La revista Diez Minutos asegura tenerla y la sirve este miércoles en su número: la luna de miel, precisamente, es la culpable del retraso en los planes de Tamara para ser madre cuanto antes. Tiene 41 años, una edad que no es incompatible con la gestación, pero que recomienda hacerlo con prestancia y celeridad. Durante los meses previos al enlace se habló bastante de este deseo de la socialité, incluso reconocía seguir un tratamiento de fertilidad para acelerarlo, todo muy natural y siempre bajo el criterio de su credo, a menudo integrista, rancio y caduco. Todos pensaban que, una vez con el anillo de casada en la mano, Tamara se entregaría a la tarea sin demora. Pues no: resulta que no puede, porque las vacunas que le administraron para visitar África contra la malaria son nocivas para las gestantes, pudiendo provocar malformaciones y problemas. Otro stop a la fuerza.

Tamara Falcó e Íñigo Onieva / Diez Minutos

3 meses para volver a mantener relaciones, según una revista

Según la publicación, que cita fuentes del hospital Carlos III de Madrid, Falcó y Onieva tendrán que esperar 3 meses antes de estrenar el matrimonio. Y lo decimos así porque descartamos que hayan tenido "fiesta" si no es con un objetivo concreto, ya saben. Tamara está chapada a la antigua, y Onieva, por mucho fuego interior que acumule, ya sabe que de llevarle la contraria a su mujer, ni hablar. Así que imaginamos que va arrancando las hojas del calendario con ansiedad, hasta octubre no habrá tema. Ains.

Tamara e Íñigo en Sudáfrica / GTRES

Si quieren tener tres, "el número mágico" (lo dijeron ellos), o se apresuran o esperan un milagro. Cosa nada descartable, porque ellos como matrimonio ya son un milagro. Y de los gordos.