Tamara Falcó ha reaparecido públicamente después de semanas de vacaciones, tratamientos, festines, peleas conyugales y yoga con mamá a las 8 de la mañana. La marquesa es muy pudorosa y claro, no nos explica si aparte de todo eso consuma el matrimonio con fruición y alegría. No, no se trata de satisfacer nuestras inquietudes más bajas. La respuesta ayudaría a entender cómo va su gran proyecto con su marido Íñigo Onieva: ser padres. Parece que la pareja no pasa por su mejor momento, aunque hace unas horas haya desmentido una crisis en la semana de la moda de Madrid. Sí que acepta más discusiones que de costumbre, pero ya. Es happy flower por naturaleza. Es su producto más vendido, de hecho.
Pues bien, volviendo al tema embarazo, lo que sí que tenemos es información de primera mano sobre las medidas que la hija de la Preysler está tomando para favorecer el éxito de una fecundación. Tiene 42 años y cierta prisa, como es lógico. Un tratamiento de fertilidad, de dos años. Lo hace en un centro al que hace promo cada vez que habla. Todo muy natural, orgánico, y por lo visto, muy adecuado para su credo. Pinta bien, hay que decir que es así. "Te van diciendo cómo está tu cuerpo, es un estudio de la mujer que todas las mujeres deberían hacerse. Porque el cuerpo de la mujer es mucho más complicado". De momento, todo bien. Después llegaría el charco, el jardín. Tamara ha vuelto a meterse. Tenemos pollo.
Recuerden que Tamara parece muy cuqui y todo eso, pero también es altavoz de mensajes que de inocentes no tienen nada. Se trata de propaganda de una concepción religiosa bastante fundamentalista. Es católica, sí, pero del sector heavy metal. De los que consideran aberraciones muchas cosas que, otros, entienden por progreso, por tolerancia, por avances y normalidad. La Falcó exhibió un discurso tan pasado de vueltas en México, justo después de cortar con Onieva en pleno escándalo de infidelidad pública y notoria, sobre la homosexualidad y otros aspectos, que incluso le costó la sentencia de todo un Boris Izaguirre. El venezolano ha reculado en las formas, no en el fondo. Tenía toda la razón, aunque la amistad haya hecho que implorara el perdón de Tamara... y sobre todo, de su madre Isabel Preysler.
Pues bien, este jueves Falcó ha vuelto a mezclar conceptos y a difundir teorías cavernarias cuando ha dicho esto sobre la fecundación in vitro, un método que está sobre la mesa y muy útil para miles de parejas que buscan descendencia. Por descontado, legal y moralmente aceptable. No tiene mancha, menos para Tamara: "Cada caso es particular y lo tienes que ver con tu director espiritual. Es mi teoría, no soy teóloga, pero dentro de la fecundación in vitro al principio se han hecho muchas barbaridades. No en España, porque yo lo hablé con mi ginecólogo, pero muchos de los embriones fecundados se dejaban congelados y luego se descartaba o se utilizaban para hacer experimentos con ellos. Ahora de hecho existe un movimiento donde tú adoptas un embrión fecundado que la gente descarta. Y es muy bonito" ¿Bonito? Todo esto da miedo, Tamara.