Tamara Falcó se encuentra en una encrucijada que podría marcar el rumbo de su vida personal. A casi dos años de su matrimonio con Íñigo Onieva, la pareja enfrenta un desafío que parece insuperable: la maternidad tardía. Tamara, de 43 años, ha dejado claro en múltiples ocasiones su deseo de formar una familia, pero los obstáculos que ha encontrado en el camino han sido mayores de lo esperado.
Tras varios intentos fallidos de tratamientos de fertilidad en Madrid, la hija de Isabel Preysler decidió frenar el proceso. Además, sus firmes creencias religiosas le han impedido explorar alternativas como la fecundación in vitro (FIV) o la gestación subrogada, opciones que, aunque controvertidas para muchos, podrían aumentar sus posibilidades de éxito. “Yo tengo mis creencias. Para mí son más limitadas las opciones”, declaró Tamara en una reciente entrevista. Sin embargo, el tiempo corre en su contra, y las estadísticas no son alentadoras.
La cruda realidad de la maternidad después de los 40
A medida que las mujeres envejecen, las posibilidades de concebir de manera natural disminuyen drásticamente. En el caso de Tamara Falcó, que se encuentra en el rango de 41 a 44 años, las probabilidades de éxito en un tratamiento de fecundación in vitro convencional son de apenas un 10% en el primer ciclo. Tras tres intentos, este porcentaje solo aumenta al 13%, según datos médicos. Estas cifras, aunque objetivas, reflejan una realidad que muchas mujeres enfrentan al retrasar la maternidad por razones personales o profesionales.
La marquesa de Griñón no es ajena a esta situación. A sus 43 años, Tamara se encuentra en lo que los especialistas denominan “fase de riesgo”, donde las opciones de éxito son mínimas sin intervenciones médicas avanzadas. Aunque la FIV con ICSI (inyección intracitoplasmática de espermatozoides) podría aumentar ligeramente sus probabilidades hasta un 15% en el primer ciclo, la edad sigue siendo un factor determinante.
¿Un milagro o una decisión difícil?
Ante este panorama, Tamara Falcó se enfrenta a una decisión crucial: priorizar sus creencias religiosas o abrirse a opciones médicas que podrían cumplir su sueño de ser madre. La FIV con óvulos donados, por ejemplo, ofrece tasas de éxito mucho más altas, con un 70% de probabilidades en el primer ciclo y hasta un 98% tras tres intentos. Sin embargo, esta alternativa choca directamente con sus principios, lo que la deja en un limbo emocional y moral. El caso de Tamara Falcó no solo pone en evidencia los desafíos de la maternidad tardía, sino también el complejo equilibrio entre las convicciones personales y los avances médicos. En una sociedad donde la ciencia ofrece soluciones que antes parecían imposibles, muchas mujeres se ven obligadas a tomar decisiones que desafían sus valores más profundos.
Por ahora, Tamara mantiene la esperanza de que un “milagro” pueda cambiar su destino. Sin embargo, el reloj biológico no perdona, y la ventana de oportunidad se cierra rápidamente, dado que los especialistas advierten que cada mes que pasa, sus posibilidades se reducen drásticamente. La pregunta que queda en el aire es si la marquesa de Griñón estará dispuesta a ceder en sus principios para cumplir su mayor anhelo, o si, por el contrario, aceptará que algunas batallas, por más dolorosas que sean, no están destinadas a ganarse.