La boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva es una gincana ideada por una mente gamberra y retorcida. Para llegar a la cita del 8 de julio tienen que someterse a todo tipo pruebas, dificultades y vicisitudes. Un camino tortuoso y de final incierto: todos dan por hecho que pasarán por el altar, pero siempre hay una vocecilla que susurra al oído "verás como al final no". Muchos, la mayoría, habrían lanzado la toalla hace tiempo, o incluso nunca habrían ni siquiera subido al cuadrilátero. Onieva no era la pareja ideal, pero la hija de Isabel Preysler se obstinó con el esnob malote, crapulín y rompecorazones para reconvertirlo en el esposo de sus fantasías castas, puras y opulentas. A cambio tenía que pagar un peaje muy caro: la traición, la mentira y el escándalo. Y a partir de allí todo el resto del paquete. Unos ingredientes que, evidentemente, los han convertido en carnaza para todos aquellos que no adulan el universo falconiano ni preysleriano. Por ejemplo, 'Sálvame'.
El programa de Telecinco morirá matando, es decir, continuará con las pullas y los torpedos contra una Tamara y un Íñigo que no son santos de su devoción. Eso sí, a partir del 23 de junio, la presión bajará. Tendrán un bodorrio en paz. Mira, por fin una buena noticia, no todo es negra noche. Pero todavía quedan 2 semanas de show, y como decíamos, no se privarán de nada. Como por ejemplo lo que hicieron el jueves por la tarde dando voz a un testigo que explica una historia que hará a Tamara tirarse de los pelo... o morirse de la vergüenza. Recuerden que, desde hace días, Falcó está missing, ingresada y recluida en la clínica Buchinger de Marbella, un centro especializado para ricos muy ricos que quieren perder peso. Se tiene que quitar 10 kilos para no tener problemas con el vestido de Carolina Herrera que tanto ha sudado, llorado y removido para conseguir. Pasa los días con tacitas de caldo y zumos de fruta, el resto ayuno salvaje. Y parece que ha reventado.
Tamara se fuga de la clínica Buchinger y se refugia en el piso de una amiga en Marbella
Un tipo relata la fuga con nocturnidad de Tamara, que "estaría pensando que nadie la iba a pillar porque el resto del día está recluida". Mala suerte, él la vio con ojo de halcón, nunca mejor dicho. Se trata de un vecino de un bloque de apartamentos que vive justo delante de una amiga íntima de la novia. El hombre se quedó sorprendido con la escena, pero el destino le reservaba un desenlace todavía mejor, en términos de chismorreo. El testigo, que se encontraba en el exterior del edificio, chocó con otro personaje esencial de la trama que quería acceder al portal. Era un señor con casco de moto y una maleta, un repartidor de comida a domicilio. Buscaba un piso, pero no lo encontraba. Y nuestro narrador, servicial e interesado, se prestó a ayudarlo, claro.
Chorizo, burgers y patatas: atracón en el escondite de Tamara Falcó
El chico era un empleado de una hamburguesería de la ciudad andaluza y buscaba el 4-B. El piso en el cual, justamente, había entrado Tamara minutos antes a escondidas. El vecino modélico lo ayudó a encontrarlo y le hizo la pregunta clave: qué llevaba en las bolsas. Porque había más de una, comida en abundancia. Un detalle que chirriaba porque la inquilina vive sola. Por lo tanto, "era una cantidad muy grande para 2 personas". ¿De qué? Pues de fast-food con un toque cañí: aparte de burgers, patatas y salsas diversas, el pedido incluía un bocadillo de chorizo y otro de lomo. Un atracón, en definitiva, que potencialmente mandaba la dieta a hacer gárgaras. Qué festín, a lo grande.
Ha pecado de gula Tamara... ¿o de avaricia y mentira el testigo? Alguien se tendrá que confesar pronto.