Tamara Falcó vuelve a tropezar con la misma piedra. La marquesa, tan elegante, finolis y happy flower con un micrófono delante, tiene una cara 'B'. Una mucho más autoritaria, inquisitiva y soberbia. Se ha metido en muchos jardines, y se hace difícil recordar uno del que haya salido indemne. Por acción, como con aquella pelea pública con Joaquín Torres, el arquitecto de los famosos que firmaba su flamante ático de lujo; o por omisión, con el ghosting en Boris Izaguirre, quien le había leído la cartilla por hacer de altavoz de discursos fundamentalistas y claramente homófobos. Al venezolano lo borraron de la lista VIP de la madre Isabel Preysler y la niña Falcó. La tristeza es que, finalmente, vimos al presentador suplicando el perdón. En todo caso, ella salió retratada.
Cuando se le calienta la boca, ya puedes temblar. Especialmente, Íñigo Onieva, que está muy ajetreado intentando disparar la popularidad del nuevo restaurante de El Turronero y el ultra Espinosa de los Monteros, y donde trabaja de relaciones públicas. Después de ser pillado falseando las críticas en internet y de que un crítico gastronómico destrozara el local como "infame, un desastre todo", llegó el cisma de la basura. El local tiene a los vecinos contentos porque los desperdicios se amontonan de manera escandalosa sobre la vía pública. La gente pija del lugar está que trina, proyectando una imagen pésima del negocio. Pues bien, solo falta Tamara poniendo gasolina en el incendio de manera temeraria. Empieza una guerra contra José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid. Va fuerte.
Este combate entre Tamara y Almeida tiene su qué, porque se trata de los personajes de moda de los últimos dos años en la España facha. Los dos por sus bodas: la de la Falcó suponía el colofón en un folletín tragicómico, mientras que la del político cobraba interés por la presencia borbónica masiva y las ramificaciones sorprendentes que han ido surgiendo del enlace, una obra de arte del costumbrismo más caduco. Digamos que los protagonistas, afines ideológicamente y de estatus sociales adyacentes, se pasaban la corona cordialmente. Pues no, Tam se la tiene guardada: acusa al concejal madrileño de ser el culpable de la acumulación de porquería: "Es por culpa del Ayuntamiento. Se lo tenéis que preguntar a otra persona", dijo la Juana de Arco improvisada sacando las garras por su maridín.
No está Almeida para más problemas con sus nichos de votantes. Los vecinos del Santiago Bernabéu se suben por las paredes por el ruido de los macroconciertos del nuevo estadio, y el alcalde está haciendo equilibrismos impresionantes para intentar no molestar a ninguno de los dos bandos: ni a los peperos, ni a Florentino. Pues bien, ahora pasa que Tamara le ha tirado encima a los de Justicia, fenomenal. José Luis no ha querido hacer comentarios a la pulla de la socialité, pero seguro que le ha hecho poca gracia. La Falcó es así: una bombera pirómana.