Tamara Falcó, marquesa de Griñón y figura habitual del papel cuché, ha decidido poner fin a su tratamiento de fertilidad. Esta noticia, revelada recientemente por la youtuber Maica Vasco, ha sorprendido tanto a sus seguidores como a la prensa rosa. Lo que parecía ser su mayor objetivo tras casarse con Íñigo Onieva—ser madre—ha sido cancelado de manera inesperada. ¿La razón detrás de esta decisión? Un cóctel de imposiciones religiosas, desilusión y sospechas sobre posibles traiciones.
La noticia no solo confirma lo que muchos venían rumoreando: la relación entre Tamara e Íñigo pende de un hilo, sino que también destapa las insólitas condiciones bajo las cuales la aristócrata intentaba concebir. Nada de clínicas de fertilidad convencionales, nada de ciencia tradicional: Tamara eligió una institución “respetuosa con sus creencias religiosas”, que medía con precisión divina su ovulación y requería el aval de un consejero espiritual para cada encuentro íntimo.
Un embarazo por fe, no por fecundación in vitro
Tamara confesó que su búsqueda de maternidad se apoyaba en métodos naturales que solo podrían funcionar si la pareja llevaba una vida acorde “a los principios de la clínica”, según declaraciones filtradas. Debido a esto, y conforme a lo indicado por Maica Vasco, Tamara nunca acudió a una clínica de reproducción asistida, ya que su consejero espiritual le advirtió que esas instalaciones estaban “bajo la influencia de Satanás”. Le indicó que debía buscar clínicas que estuvieran bendecidas según sus creencias religiosas, de las cuales los detalles son algo confusos. Como consecuencia, este tratamiento innovador que ella consideraba respetuoso con Dios ha tenido cero resultados; no ha logrado quedarse embarazada ni siquiera por casualidad.
¿Pero qué la llevó a rendirse ahora? Recientemente, Tamara se reencontró con su madre, Isabel Preysler, quien le aconsejó que este tratamiento no era adecuado ni para ella ni para Íñigo, ya que sus vidas no estaban en consonancia con lo que se necesita para concebir. La vida nocturna del empresario, su afición por la noche madrileña y las constantes controversias que lo han perseguido jugaron un papel fundamental en su decisión.
Ilusiones rotas: el matrimonio de Tamara Falcó en la cuerda floja
El escándalo se acrecienta al recordar que Íñigo Onieva fue captado la noche de San Valentín entrando y saliendo de un hotel madrileño en compañía de una persona que no era Tamara. Mientras ella presumía en redes una velada romántica con flores incluidas, él protagonizaba una escena clandestina que, según testigos, incluyó carreras por pasillos y escapadas dignas de un thriller de espionaje. A los pocos días, nuevas imágenes lo mostraban en la feria de arte ARCO con un aspecto “alterado” y, más tarde, disfrutando una cena japonesa con dos chicas —ninguna de ellas su esposa—.
¿Infidelidad o falta de fe? En cualquiera de los casos, las pistas conducen a una sola conclusión: Tamara ha perdido la confianza y la fe en su proyecto de familia con Onieva. La marquesa ha optado por abandonar el tratamiento, convencida de que su sueño de ser madre no puede realizarse en una relación que se tambalea entre contradicciones morales, escándalos públicos y consejos divinos que ya no la sostienen. Todo apunta a que el matrimonio, celebrado con pompa en el Palacio El Rincón en julio de 2023, fue tan solo una ilusión construida sobre cimientos inestables, y que el verdadero sueño de Tamara Falcó —formar una familia— se ha visto frustrado no solo por la biología, sino por la traición.