Las primeras vacaciones de Navidad del matrimonio entre Tamara Falcó e Íñigo Onieva confirman lo que es un secreto a voces: el futuro de esta pareja pinta mal. Entre deslealtades, viacrucis y humillaciones diversas, cualquier semejanza con una unión sólida y firme es pura coincidencia. Y la época navideña ha vuelto a demostrarlo. El viaje a Miami para pasar las fiestas en casa de Chábeli, con Isabel Preysler y el resto de la saga, tiró de la cuerda de manera radical. Onieva se oponía al desplazamiento porque quería estar cerca de sus familiares en Madrid, cosa que provocó las carcajadas de la marquesa. 'Ni de coña', fue el mensaje. Íñigo no se ha casado con una mujer, su matrimonio es con una empresa. Una en la que él es un empleado. Y de momento, raso, sin galones, júnior y tirando a becario. Y a callar, bonito.
La única licencia que la marquesa le concedió a su marido fue la de no alargar la estancia en los EE.UU. por Fin de Año. En vez de la soleada Palm Beach, fueron a parar a Gstaad, la estación de esquí más pija de Suiza. ¿Dónde iba a ser, no? Se tendría que considerar este lujo (uno más) como una especie de premio, de recompensa, de disculpa por despreciarlo sistemáticamente. Una actitud, la de la tertuliana de Pablo Motos, que quedó bien clara durante el viaje de ida a Miami. Los viajeros que compartieron avión con el clan Preysler asistieron a un espectáculo jugoso, tristón y clasista al máximo, como ha informado el programa 'Socialité', ahora con Maria Verdoy al frente tras el hurto llevado a cabo por Christian Gálvez y su productora.
Los testigos hablan de tensión evidente, de malas caras y de un silencio atronador entre los supuestos tortolitos. No se dirigieron la palabra durante la travesía transoceánica. Había, sin embargo, una razón de peso. Más que de peso, física. La distancia entre ellos y una línea invisible que separa a los VIPS de los vulgares mortales. "Ta"Tamara e Íñigo iban en mi vuelo a Miami. Me sorprendió mucho que no se sentaran juntos ni hablaran en todo el vuelo. Ana Boyer y su marido también iban en otro asiento juntos. La niñera en turista como Íñigo. Él se sentó completamente solo y no dirigió la palabra con nadie de su familia". Sabíamos que Tamara utiliza un servicio prémium cuando llega a los aeropuertos para no tener que esperar equipajes, ni hacer colas, ni historias de plebeyos. Que para hacer el trabajo sucio y carretear maletas ya tiene un maridín. Pero que a bordo del avión Onieva también es de segunda, esta es nueva.
De aquel viaje rescatamos otro detalle jugoso: imaginen a Tamara, con Ana Boyer, Fernando Verdasco y los niños de este matrimonio en sus butacas de lujo, con copitas de champán, blinis con caviar y zumo de piña recién exprimido para los chiquillos... mientras engullen bocadillos de chorizo de Pamplona, de chóped o de paté de lata envueltos en papel de aluminio. De acuerdo, reconocemos que no conocemos el contenido de los bocatas, pero la descripción del viajero hace volar la imaginación: "Nos quedamos flipando porque, de repente, Tamara sacó una bolsa llena de bocadillos envueltos en papel de aluminio y se puso a repartirlos a toda su familia. Ella, que es marquesa y va de fina". La marquesa del bazar de todo a cien. Y tacaña: ni un bocado que le dio a Onieva. Ay. Repetimos: no durarán.
Iñigo Onieva se convierte en el botones de Tamara Falcó mientras ella se va por la puerta de atrás #Socialité7E pic.twitter.com/dlQdQ9z3M5
— SOCIALITÉ (@socialitet5) January 7, 2024