Mucho ruido y pocas nueces. Este sería el resumen gastronómico de la que ha sido la gran boda mediática del año, la de Tamara Falcó e Íñigo Onieva. Decimos gran por varias razones; la primera por la tabarra que ha supuesto todo el proceso de casar a los marqueses de Griñón, pero también por la magnitud XXL de los detalles del bodorrio. Mucha ínfula, una exclusiva millonaria, vestidos de Carolina Herrera o el menú del convite, a cargo del restaurador Eneko Atxa, un genio de la cocina con varias estrellas Michelin. El vasco confeccionó una propuesta muy VIP, pero digna de la Buchinger. Aquella noche del 8 de julio se oían voces de insatisfacción de los invitados, la comida era exigua. Pasaron mucha hambre. "Se tiraban a las hamburguesas en la recena", ha confirmado la gran protagonista y organizadora del evento, Tamara. Es oficial.

La Falcó ha tenido que reconocer esta pifia durante su reaparición mediática en 'El Hormiguero' de Antena 3. Después de una luna de miel safarística y polinesia a todo trapo, y de unas vacaciones posteriores para descansar de tanto descanso (redundancia hecha expresamente), la Tam volvía a fichar. Ocupaba su lugar en la tertulia del espacio de Pablo Motos con sus partenaires habituales, Cristina Pardo, Juan del Val y su mujer Nuria Roca. De acuerdo, no es que sea un trabajo para deslomarse, pero para ella ya es suficiente. Y además, en esta rentrée tendría que sudar un poco más. Tocaba dar la cara y repasar la boda. Y vaya repaso.

Piensen que todos los compañeros de plató de la hija de la Preysler asistieron al enlace, podían hablar con propiedad. Y si es bien cierto que la mayoría de los comentarios eran laudatorios, tipo qué bien todo, oleole, también recibió alguna pulla humillante. La primera, la de Nuria Roca. La frase que lo definía todo, gastronómica, fisiológica y chafarderamente hablando: "Cometí el terrible error de no comer los aperitivos para guardarme para la cena". Pensaba que con el festín final de Eneko compensaría el ayuno de los fantásticos entrantes a disposición de los presentes, 20 creaciones únicas y muy sabrosas. No fue así. La cena fue ligera como una pluma. ¿Por qué? Porque los novios fueron tacaños: "Íñigo quería solo cocktail y yo le dije que hiciéramos una cena rápida". Los mataron de hambre. Por eso había bofetadas por las burgers de madrugada, con su queso y tocino, para no desmayarse con la mezcla de inanición y agua con misterio. Feo.

Nuria Roca / Antena3

Tamara, ya saben cómo es la señora, decía esto: "Yo ni cené, estaba tan contenta y fue todo tan bonito, ver a tanta gente que quiero y que se molestaron por ponerse guapos y venir aunque la ceremonia sea larga y la comida escueta..." Encima, con recochineo. ¿Qué había? Pues "quisquillas cono esencia de hierbas" como primer plato principal, después un pichón asado con trufa, tembloroso de setas, ñoquis de Idiazabal y estofado de trigo, y en los postres chocolate, aceite y sal. Ya pueden imaginarse que, tratándose de un chef tan reputado, las raciones serían minimalistas. Un suspiro de quisquilla, un trocito de pichón, un espejismo de chocolate. Todo lo contrario a lo que pasa en las bodas, donde te tienen que llenar bien la barriga para aguantar dancings y demás. El runrún era generalizado, decepción y ruidos gástricos.

Tamara Falcó / Antena 3

En definitiva, que muchos habrían dado todo lo que tenían por pedir un Glovo. Los pijos son así.