Noche alegres, mañanas tristes. Un dicho que sirve perfectamente para definir el estado emocional, físico y mental de los flamantes marido y mujer Tamara Falcó e Íñigo Onieva. Desde las 20:14 h del sábado 8 de julio son un matrimonio oficial, con papeles y bendición divina. O no, porque durante la ceremonia alguien de arriba envió un mensaje flamígero a los novios, incendiando la casulla del padre Josep Lluís. Precisamente la del mosén valenciano, tutor de Onieva en su reconversión exprés a la fe católica, que compartía la conducción del oficio con el padre Cruz y el padre Ángel. La hermana de Íñigo, la actriz Alejandra Onieva, apagó el fuego originado por las velas del altar. Lo hacía, según las crónicas, a manotazos. Si eso no era un aviso, se parecía bastante.
Al margen de este especial pirotécnico, las crónicas dicen que "todo fue muy bien". ¿Qué más podría pasar, no? Bueno, pudo haber otro incendio cuando a las 21:00 h un invitado de la parte del novio (todo le pasa a él, caray) subió una fotografía desde el interior del recinto blindado y, supuestamente, libre de teléfonos móviles y cámaras. Las únicas autorizadas eran las de la revista 'Hola!' que habían pagado una millonada por ello. Un 'curri' provocaba un escalofrío y temblor en las piernas; no tanto por lo que enseñaba, sino por si marcaba el inicio del bombardeo de imágenes y de la revelación del gran secreto, el vestido de novia de Carolina Herrera y su velo infinito. Pero no. Fue una amenaza de tormenta, pero no pasó de lloviznar.
Tamara e Íñigo vuelven al hotel Ritz convertidos en marido y mujer, la escena es un cuadro
No sabemos exactamente cómo fue el resto de la noche de los protagonistas, solo podemos asegurar una cosa: han sido muy madrugadores y, a las 9:15 h de este domingo, han vuelto al hotel Ritz. Toca rematar el programa de actos con un brunch con familiares, aunque otras fuentes indican que también serán bienvenidos los amigos más próximos. Un vehículo llegaba a las puertas del establecimiento y de allí salía una Tamara Falcó de blanco... y un Íñigo Onieva a medio vestir y gafas de sol. Com siempre. El trayecto desde la finca El Rincón hasta allí, unos 45 minutos en coche, no debió ser el colmo de la felicidad. Había mucho sueño y agotamiento, pero también tensión y dejadez. El día 1 de casados, o el día 1 antes de que se divorcien, empieza torcido.
Onieva sin ganas de vivir y Tamara forzando la sonrisa: un día menos para el divorcio
Vamos por partes: se abre la puerta y vemos el semblante seriote de Tamara, que como es una profesional del postureo tarda milésimas en forzar una sonrisa estiradísima y falsa a los medios que la esperaban con clásicas loas y preguntas al aire. No se detiene y va directa a la puerta del hotel, seguida a unos cuantos metros por su maridín Íñigo. El hombre es una chapuza con malas pulgas. Descamisado, con la chaqueta sobre el hombro, el pelo húmedo y el rictus abotargado. Camina sin ánimo, no tiene ganas de vivir. Un cuadro.
¿La felicidad era esto? Mal negocio. Lucrativo, pero nefasto.