Tamara Falcó y su futuro marido, Íñigo Onieva, siguen arrancando hojas al calendario hasta llegar a la fecha soñada: el 8 de julio. Ese fin de semana llegarán a su meta particular, el día de su boda. Un hito que les ha costado lágrimas, sudor y saliva: la que el novio intercambió, como mínimo, con una señorita que no era la hija de la Preysler durante un festival techno en el desierto de Nevada. Esta infidelidad, retransmitida en redes sociales, hizo tambalear los planes de la pareja. La Tami lo mandó a hacer gárgaras, aunque el castigo fue una broma. No se sintió tan humillada como parecía, lo perdonó y ea, a volver a empezar Solo le exigió un proceso de expiación religiosa y laboral, es decir: más ir a misa y menos salir de farra. De momento, el tipo cumple. Le cuesta, pero todavía no la ha pifiado. De momento, repetimos: el pecado siempre acecha.
Hay que decir que, a pesar del mensaje oficial del futuro matrimonio de "estamos muy liados con los preparativos", tampoco se están dejando la piel. De hecho su vida se divide en saraos, oficios religiosos y viajes a todo trapo. El último ha sido a Bali, una escapada pre-boda en un hotel de precio astronómico: 3.000€ la noche. Un lujo que tuvo consecuencias, eso sí, y que se empezaron a manifestar tan pronto como pusieron un pie en Madrid. Falcó cayó por una gastroenteritis que la mantenía anclada al lavabo. Este hecho provocó una situación inesperada y una imagen que la novia no querría volver a ver, la de su marido vestido de boda con cara de malote soltero. Ahora bien, no fue la única mala noticia importada de Indonesia y por la cual todos se cachondea del tándem Tamara-Íñígo.
Las vacaciones de Tamara Falcó e Íñigo Onieva todavía colean, qué ridículo
La estancia de los futuros cónyuges en el Sureste asiático fue documentada por sus protagonistas en redes sociales. Imágenes de enamorados, sí, pero sobre todo de pijos petulantes y tramposillos. Tamara empezó a subir fotos a Instagram, completando un álbum que tenía algo raro. ¿El qué? Costaba adivinarlo, pero gracias a Onieva descubrimos el cartón y el photoshop. El madrileño, siempre a remolque de su musa, compartía las mismas imágenes, pero con una diferencia sustancial. No estaban retocadas. En cambio, la novia sí había pasado el material por el taller y se había estilizado la figura, quitado volumen y realzado todo lo que se podía realzar. También pasó la herramienta sobre su amado, convirtiéndolo en una especie de portero de discoteca musculoso, pero falso como una mala cosa. Pobre Tam, vaya cruz con este hombre. Ella que quería esconder los excesos de su vida en pareja y, de paso, hacerle un pequeño favor estético al tipo y.... retratados. Ains.
Jorge Javier Vázquez los pone a parir, dos bofetadas
La chapuza fotográfica de la marquesa ha sido la excusa perfecta para el presentador más top de la televisión, que mantiene una curiosa relación con estos personajes. No los soporta. Puede hacer el papelón si procede, pero solo para sacarle todo el jugo posible para sus programas. Hablamos de Jorge Javier Vázquez, que se despacha a gusto en Lecturas. El último párrafo de su artículo semanal, dedicado a zurrar a Ana Obregón, sirve para ridiculizar a la parejita. "Veo los brazacos que luce Onieva en una moto en Bali, más falsos que un billete de tres euros. Ya que se estaba retocando la tripa y las piernas de Tamara, pues le han puesto a él un brazo de estibador". No satisfecho con las bufetadas estéticas también mete el dedito por la frase de un colaborador televisivo muy famoso al referirse a la enfermedad de la socialité: "Dijo que estaba "malita" y desde entonces vivo sin vivir en mí. Con todo su papo: malita. En mi época la gente se ponía mala, y punto". . Doble ración.
#Blog @jjaviervazquez: "Nunca me he creído a Ana Obregón"https://t.co/QVYXrsvSOE
— Lecturas (@Lecturas) April 19, 2023
Pobre Tamara. Siempre hay algo o alguien que le revuelve el estómago.