Por segunda semana consecutiva tenemos número especial de la revista 'Hola!' sobre la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva. La millonaria cifra que pagaron por la exclusiva justifica el empacho de contenidos azucarados y enjabonadísimos de la cabecera rosa, que contraataca con fotos inéditas y entrevistas en profundidad a los protagonistas del enlace. Uno de los grandes temas, el de ampliar la familia. Quieren ser padres, traer criaturas al mundo. Evidentemente, y hasta que el Santísimo y la biología no digan lo contrario, el método debe ser natural al 100%. Un hombre, una mujer, la semilla. Sin ayudas extras que atenten contra su credo integrista. Tamara tiene 41 años, una edad no incompatible con la gestación, pero se tienen que poner las pilas. Y esta es la madre del cordero. Precisamente la que no trata 'Hola!', pero sí que se ha puesto sobre la mesa en 'El Programa de Ana Rosa' de Telecinco.
El detonante del debate ha sido la palabra escogida por la casada Falcó para definir la convivencia con su maridín. Sabemos que la hija de la Preysler es casta y santurrona, pero con la palabra "roommate" se ha pasado el juego. Compañero de habitación, de piso de estudiante, de colegas, pero nunca de marido y mujer. Ni siquiera de novios, y por descontado, tampoco de amantes. Nada de pasión, en definitiva. No hay. Solo palabras pijas, postureo y dinero. Pero ni el más pequeño indicio de relaciones íntimas. Y así la procreación es difícil, por no decir imposible.
Lequio hace daño, Tamara e Íñigo sin estrenar el matrimonio
Alessandro Lequio, uno de los colaboradores más rancios del plató, pero también el de lengua más viperina, lo tiene claro. Este par representa una farsa matrimonial como una catedral. Atención a la paliza, revela el secreto íntimo más vergonzoso de los marqueses de Griñón: "Entre la cursilería de él y la poca pasión de ella, es un matrimonio que no sé qué decirte, sinceramente... No puedes calificar a tu pareja como un roommate, Sigo convencido de que se fueron de luna de miel sin haber consumado. ¡Aquí lo que tienen que hacer es el tracatrá!" Con un roommate puedes jugar al mus, a ajedrez, a la PlayStation e incluso puedes jugar a las casitas, pero cuando llegan a la cama... el juego se acaba. A rezar y a dormir. No han estrenado el matrimonio.
El propósito de ser madre de Tamara Falcó, en cuestión
Es evidente que en su noche de bodas no hubo tema. Con lo que ha supuesto casarse, con todos los obstáculos, mentiras y circo, llegaron totalmente destrozados a la cama. Y de tal manera se quitaron horas después, sin ganas de ná. Pero ahora que se encuentran de luna de miel en Sudáfrica, el primer destino del mes y medio que se pasarán recorriendo el planeta, tienen todas las oportunidades del mundo, pero... hum. Parecería que les molesta ponerse, fíjate. Tamara: "Para cuando Dios quiera y ojalá quiera. Ya estamos abiertos, sí. Creo que para después del viaje de novios". Íñigo: "Cuando Dios nos bendiga con ello". En fin. No hacen falta más comentarios. Lequio va a saco y es desagradable, pero si lo que augura es cierto tiene más razón que un santo.
Además de rogar, hay que trabajar. ¿O no?