Después de meses de inactividad, Íñigo Onieva se ha reincorporado oficialmente al mercado laboral. El proyecto de restauración en Madrid en el que trabajaba desde hacía días ha abierto sus puertas. Ahora viene la parte más complicada, la de conseguir que la propuesta cuaje y no se vaya a hacer puñetas. También que el marido de Tamara Falcó no mee fuera de tiesto y acabe enfadando a los socios de la aventura, el empresario 'El Turronero' y el ex de VOX Ivan Espinosa de los Monteros. Lo decimos por lo que le pasó en el famoso grupo de restauración donde hacía de relaciones públicas, y de donde lo mandaron a freír espárragos tras su infidelidad a la marquesa. Especialmente porque el conglomerado tiene como inversor a Enrique Iglesias, hermano de la engañada. No fue muy astuto, Onieva. Eso sí, ha sudado lágrimas de sangre para redimirse. Difícilmente tropezará con la misma piedra, aunque siempre existe esa posibilidad.

El caso es que el restaurante ya recibe clientes, sobre todo amigos de Onieva, que aportan su granito de arena con comentarios positivos en diferentes webs. También han pasado por allí su mujer, su madre Carolina Molas y su suegra Isabel Preysler. La filipina era la gran estrella de la noche, seguramente la más famosa del lugar, con permiso de su hija. Escogió un conjunto muy juvenil y canallita, de negro total, con un top lencero, chaqueta de piel, cinturón choni enorme y sandalias. A su lado, su hija Tamara parecía una monja, cosa que tampoco nos tendría que extrañar demasiado. Íñigo, con el look de siempre, americana y camisa abierta dejando ver el pecho palomo, no desprendía buena imagen. Esta es la estampa familiar. No la más preocupante, ni mucho menos. Especialmente para Tamara Falcó.

Isabel Preysler, Íñigo Onieva y Tamara Falcó / GTRES

La llegada de la suegra al local fue espeluznante. Los 73 años de esta señora son muy falsos por razones evidentes. Su lucha contra el paso del tiempo es por lo civil o lo criminal. El bisturí ha hecho estragos, con resultados nada favorecedores. Porque parece que tenga más, cuando ella quería aparentar menos. ¿Pruebas? No hace falta buscar demasiado. Eso sí, el efecto óptico provoca una proyección difícilmente evitable: estás viendo a Tamara Falcó en otro envoltorio. Artificial al máximo, pero no hay ningún tipo de duda que Isabel es su madre. Si Tamara coge el mismo sendero, cosa que parece que efectivamente está haciendo, ya sabe cómo acabará. Así.

Isabel Preysler / GTRES
Tamara Falcó / GTRES

Hay una imagen todavía más fuerte a la entrada del local, junto a unas recepcionistas muy sonrientes. No sabemos si por cortesía, por órdenes de arriba o porque las criaturas no podían evitar la mueca nerviosa para salvar aquella papeleta. El gesto de la Preysler desafía las leyes de la física, con un rictus más tenso que una cuerda de guitarra, a punto de petar. Estamos seguros de que los cirujanos y especialistas que se ocupan de su aspecto son la creme de la creme de la jet-set, pero también se gastaban una fortuna Michael Jackson, Melanie Griffith o Tom Cruise y... No es garantía de nada. Eso sí, no desfallecerá en la batalla. Habrá más retoques. No lo duden.

Isabel Preysler / GTRES