La muerte de Mario Vargas Llosa el pasado 13 de abril de 2025 dejó un vacío en el mundo literario, pero también destapó una red de tensiones emocionales que pocos se atrevían a mencionar en voz alta. Entre las exclusiones más dolorosas destaca la de Tamara Falcó, hija de Isabel Preysler, quien durante ocho años compartió momentos cercanos y personales con el Nobel peruano. A pesar de los conflictos que surgieron tras la ruptura entre su madre y el escritor, Tamara intentó dar un último paso de reconciliación.

Enterada del delicado estado de salud del autor de La guerra del fin del mundo, Tamara le envió un mensaje conmovedor días antes de su fallecimiento. Una despedida breve, íntima, pero significativa. Sin embargo, la respuesta jamás llegó. Se desconoce si Vargas Llosa estaba ya demasiado debilitado para contestar o si su entorno más cercano, encabezado por sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana, filtró cualquier intento de acercamiento externo.

Tamara Falcó, vetada como su madre: el cerco emocional de la familia Vargas Llosa

Según fuentes cercanas, los hijos del Nobel ejercieron un control férreo en los últimos días de su padre, impidiendo cualquier contacto con figuras del pasado sentimental del escritor. Isabel Preysler, la mujer con la que Vargas Llosa compartió casi una década de su vida, fue excluida por completo del círculo íntimo. Y Tamara, vista por el escritor como una hija durante muchos años, fue arrastrada por esa misma ola de rechazo. A pesar del veto, Tamara no guardó rencor. Según allegados, su intención al escribirle no era sanar heridas propias, sino simplemente acompañar en silencio al hombre que, en algún momento, la acogió con afecto y admiración. Pero la frialdad de los descendientes del Nobel fue tajante: nada ni nadie cercano a la Preysler sería bienvenido en sus últimos días.

El deseo nunca cumplido de Vargas Llosa: cerrar el ciclo con Isabel Preysler

Meses antes de fallecer, Vargas Llosa habría manifestado su anhelo de hablar, por última vez, con Isabel Preysler. No para reavivar una historia de amor extinta, sino para cerrar emocionalmente una etapa que lo marcó profundamente. Pero ese deseo también fue truncado por sus propios hijos, quienes —según periodistas como Sergio Pérez— veían con recelo a la socialité madrileña, a tal punto que se referían a ella como “esa señora”. El silencio fue el veredicto definitivo. No hubo llamadas, mensajes, ni visitas. Absolutamente nada. Vargas Llosa falleció sin poder reunirse con la mujer que, a pesar de haberle traído tempestades, también llenó de luz años significativos de su vida. Una despedida simbólicamente truncada.

La relación entre Vargas Llosa y Preysler, aunque concluyó en 2022, continuaba proyectando su influencia en la vida del escritor. La ruptura no fue tan elegante como se vendió públicamente. Celos, reproches y múltiples desencuentros opacaron los últimos meses de su unión. Aun así, el Nobel jamás dejó de mostrar señales de respeto hacia su expareja, especialmente en declaraciones sutiles como la pronunciada en abril de 2023, cuando insinuó que aún era posible un vínculo de amistad.

Sin embargo, ese gesto de reconciliación nunca ocurrió. El funeral del escritor fue reservado, íntimo y meticulosamente planeado, sin la asistencia de ninguna persona ajena a la familia inmediata. La exclusión de Isabel Preysler fue total, mientras que la ausencia de Tamara Falcó resultó dolorosamente simbólica. Perú, el país que declaró duelo nacional, no presenció una despedida pública apropiada para el autor de Conversación en La Catedral. En su hogar en Barranco, el adiós fue privado, silencioso y lleno de ausencias.