Madrid es un polvorín. Y la izquierda española se encuentra fascinada, ha descubierto la pólvora. O lo que es lo mismo, los ultras de VOX son un peligro, y las fuerzas que les prestan su apoyo, unos inconscientes. La campaña electoral ha entrado en su recta final y el clima en la capital de España es de taberna oscura a las 4 de la madrugada. O peor: ahora la moda es enviar balas, navajas ensangrentadas y amenazas de muerte por correo postal. La deriva es total, sí, pero siempre puede empeorar. Y nada mejor para conseguirlo que enfangar el debate público y legitimar el comportamiento de la extrema derecha a través del comodín Catalunya. Los independentistas y los catalanes, en general, saben perfectamente cómo es este juego nauseabundo y que se representa desde hace muchas temporadas en platós, diarios y tertulias políticas de ámbito estatal. El tiro al indepe unía a aquellos que ahora están enfrentados, lo justificaba todo. En ocasiones, hasta el extremo, como acusar de terrorismo y violencia a los que fueron zurrados por poner urnas y votar.
Que nos sepamos de memoria esta película no quiere decir que no la volvemos a ver sintonizando programas como el 'Ya es mediodía' de Sonsoles Ónega en Telecinco. Como sucursal de Ana Rosa Quintana, acostumbran a tener miembros ilustres de la catalanofobia más abyecta. El mejor ejemplo, Israel García Juez. Pero si Israel tiene cosas mejores que hacer, la lista es larga. Y el resultado, el de siempre. Un nuevo ataque sin ningún tipo de vergüenza contra Catalunya, aprovechando que el Manzanares pasa por Madrid, y tal. La culpa de eso de las balas la tienen los indepes, la gran bestia negra de su tramposo marco mental. "Están llevando a la sociedad a un problema muy serio. Lo hemos visto en Catalunya: los políticos se inventaron un problema y lo trasladaron a una sociedad que vivía razonablemente bien", ha dicho el opinador Nacho Galán. El resto de tertulianos, ni media palabra sobre esta comparación. La llevan esculpida al cerebro. Violencia y Catalunya, el combo perfecto para no asumir las miserias propias.
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Del 'Todo es ETA' a "la culpa es de Catalunya". Sirve para todo, desde una amenaza a que suban el precio de la cerveza en el bar. Da igual. La cuestión es distraer al personal y colocar dianas para el escarnio. Eso, claro, no es violencia. Debe ser el famoso patriotismo de los no nacionalistas.