El mundo del fútbol es pasional, caprichoso y desagradecido. Tiene la memoria muy corta y las manos muy rápidas para cortar cuellos. Puedes pasar de héroe a apestado en un abrir y cerrar de ojos, ver cómo la admiración se convierte en desprecio y en olvido. No importa que hayas sido un jugador emblema, un proyecto de figura histórica de tu club. Si la pelotita no entra o entra menos que tu rival, tienes problemas. En el caso de los porteros, sin embargo, la cuestión es precisamente la contraria: que entre demasiado a menudo. El meta es la última defensa sobre el césped, y eso tiene un peaje que el alemán Marc André Ter Stegen empieza a pagar. Cancerbero extraordinario durante varias temporadas, ganando tripletes y haciendo paradas descomunales, las lesiones y la mala racha del Barça le han colocado en una posición incómoda, injusta y alarmante. De hecho, se habla de su marcha. Lo quieren vender. Y sería una lástima.
Penoso, sí, porque dudar del talento y las cualidades del de Mönchengladbach es una burrada. También hacerlo de su compromiso y esfuerzo cada partido. Y lo más importante, aunque eso no sea motivo de elogio en la prensa especializada: es un hombre sencillo, próximo y respetuoso con la tierra de acogida. Podría hacer como otros jugadores de fútbol de primer nivel, que viven en jaulas de cristal muy lujosas, pero sin ningún contacto con la ciudad, la cultura y la lengua. Él, sin embargo, teniendo todo lo que un futbolista pueda desear, hace precisamente lo contrario. Hace país.

Desde ir en metro como un barcelonés más a pasear en bicicleta por las calles de la ciudad, Ter Stegen exprime la ciudad a fondo. Poble Nou, Eixample, Gràcia... Bueno, y el resto del territorio: el Priorat, el casco antiguo de Girona, la Costa Brava... Pequeñas excursiones que le recargan de energía, aparte de aprender cosas nuevas sobre Catalunya. También habla catalán, que nadie lo olvide. Ya hace más que el resto, que aprendan. Es un modelo a seguir para la profesión, pero también para la sociedad en general. Nos encanta. Y no lo podemos dejar escapar. Sería una pifia imperdonable.


La pasión del portero culé es compartida con su mujer, Dani, y lo está transmitiendo al verdadero rey de la casa, el pequeño Ben. La criatura, a la que hemos visto crecer, no tiene ni tres años pero puede presumir de ser un gran barcelonés como el resto de la familia. Va en el ADN. Ayer mismo les vimos en la Vila de Gràcia, uno de los barrios favoritos del padre, recorriendo sus calles subido a los hombros de Marc. Una imagen preciosa, de comunión padre-hijo absoluta. Barcelona les sienta muy bien, y ellos hacen de la capital una ciudad mejor. Los fans aplauden igual que lo harían en el campo.
Eres muy próximo a la Ciudad y la ciudadanía, por eso mismo eres respetado y apreciat.��������������������
— 17574albert (@17574albert2) May 16, 2022
Como cada culé, desearía verte por la ciudad algún día 👍💪💪💪
— Joa2D89 (@LazaroJoanDiaz1) May 16, 2022
Este tío si sabe disfrutar de las cosas sencillas!! Muchos más como el.
— Cule����% (@Cule89968876) May 16, 2022
Marc no me los vas a creer pero mi hijo nació unos meses después que el tuyo y justo un día antes de que publicaras su nombre mi esposa y yo decidimos que nuestro bebé se iba a llamar Ben me pareció bastante curioso y cada que veo publicaciones de tu hijo siento una gran alegria
— ElHopanessRomtic (@isashion) May 16, 2022

No sabemos qué pasará en el futuro con el futbolista alemán ni si seguirá defendiendo la portería azulgrana. Lo que sí podemos asegurar es que su pasado y presente son gloriosos, merece respeto y afecto. Desde EN Blau no le faltará nunca, ya pueden estar seguros.