Que la televisión es entretenimiento no se puede discutir. Pero tampoco que es una herramienta muy potente para enviar determinados mensajes. Es responsabilidad de cadenas, programas y presentadores cuidar lo que dicen o no a cámara. Una broma puede convertirse en una ofensa, dependiendo del lado de la historia que te toca vivir. Un ejemplo rotundo: lo que hizo Toñi Moreno en su programa de Canal Sur, 'Un año de tu vida'. La de El Prat de Llobregat entrevistaba al actor Jesús Castro, famoso por su papel en 'El Niño', una película sobre delincuencia, contrabando y tráfico de drogas en el Estrecho de Gibraltar. Castro fue al càsting acompañando a un amigo y, cosas de la vida, salió de allí con el papel protagonista. Una elección irregular, porque el andaluz no cumplía con los requisitos para ser seleccionado: no tenía carnet de conducir. Los productores lo pasaron por alto, y Castro lo justificaba así: "Bueno, no tenía carné, pero conducía todos los días". Fantástico. ¿Qué hizo Moreno? Justificar esta actitud temeraria y delictiva.
Y lo hizo poniéndose en primera persona. "Eras como yo. ¿Quién no lo hacía?", decía riéndole la gracia. Pues mira, la gran mayoría. Ni cuando Moreno era joven (tiene 47 años), ni mucho menos cuando Castro (27) hizo 'El Niño' en 2014. Lo intentó suavizar, pero la reculada sonaba todavía más patética y autocomplaciente: "ahora no se puede (antes tampoco, disculpa) y está muy mal, pero...". Todo muy divertido. Imaginamos a víctimas de accidentes de tráfico causadas por irresponsables sin licencia aplaudiendo a la tele y tronchándose con la ocurrencia. Seguro que pronto la vemos haciendo alguna campaña de concienciación de la DGT con gesto serio y comprometido, quizás incluso cobrando por su participación. Ideal.
En @uadtv la confesión de Jesús Castro y @tmorenomorales #Carnetdeconducir pic.twitter.com/KqFAzvWB9k
— Sebasmaspons (@Sebas_Maspons) December 7, 2020
Toñi, no se trata de lo que está o no está permitido. Es más sencillo: hay cosas que nunca se deben hacer. Y lo mejor de todo es que no hace falta ni siquiera estudiar el código de circulación. Lo dicta el sentido común, cada vez más el menos común de todos ellos.