El Tribunal Supremo va fuerte. Muy fuerte. Especialmente en jornadas como esta, con la lectura del indigno informe final de la Fiscalía y la Abogacía del Estado contra los presos políticos y la paralización por parte del tribunal de la exhumación del dictador Francisco Franco. Sobre este controvertido asunto, el Supremo considera que autorizar el traslado sería "extraordinariamente perjudicial" para la familia del general y "el interés público", teniendo en cuenta "la significación de don Francisco Franco". Don Francisco. Qué tratamiento tan rimbombante para uno de los personajes más abyectos de la historia de España. Los magistrados, además, no sólo le rinden honores al dictador, sino que alteran flagrante e impunemente la historia, al considerarlo "jefe del Estado desde el 1 de octubre de 1936 hasta su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975". El Supremo validando el golpe de estado que llevó a España a la Guerra Civil. Blanqueando el fascismo.
El asco ha sido generalizado después de conocer la alta consideración del Supremo por Franco. Las náuseas, sin embargo, ya se habían manifestado con claridad después del tuit del periodista Máximo Pradera, que revelaba los lazos familiares de uno de los magistrados que han paralizado la exhumación con un personaje de la altura de Jaime Milans de Bosch, militar franquista y uno de los autores del golpe de estado del 23-F. Todo queda en casa, señoras y señores.
La familia Franco, y los propios restos del sanguinario dictador, pueden estar tranquilos. No les hacen falta abogados. Tienen al alto tribunal a su disposición para perpetuar el legado franquista, y si hay hace falta, reescribir la historia sin complejos ni vergüenza. Ya saben, lo dejaron todo "atado y bien atado".