Miquel Montoro, el niño mallorquín de 13 años que ha conquistado al gran público por sus particulares vídeos de vida rural llenos de espontaneidad, es todo un fenómeno mediático en España. La Resistencia y David Broncano han acabado por ponerlo en la ventana televisiva, y ha multiplicado el impacto de sus expresiones sencillas, originales y, sobre todo, en catalán mallorquín. Este es el punto determinante de esta historia, que Miquel ha hecho la entrevista en castellano, y cómo lo habla no gusta a los españolistas de Ses Illes. El chaval no lo utiliza demasiado en su día a día, pero se expresa entrañablemente y sin problemas. "Yo hablo el mallorquín. El castellano a mi no me va un poco bien... Oiréis un par de barbaritats". No es ningún analfabeto, ni una víctima de la pérfida imposición del catalán. Sólo es la excusa de ultras disfrazados de académicos de la lengua, paternalistas y ofensivos. "Este gracioso momento de Miquel, esconde otra realidad"
Este gracioso momento de Miquel, esconde otra realidad: los niños mallorquines de los pueblos (aquí conocido como Sa Part Forana) tienen dificultades para hablar en castellano, porque prácticamente en su día a día, no lo oyen nunca. Ni en el colegio, ni en casa, ni en la calle pic.twitter.com/Ca0xeavs95
— ℑvℛiαℂℴ (@juriaco) 1 de febrero de 2020
Los disfraces, claro está, son solo eso: O una vestimenta para no ser reconocido, o una estratagema para ocultar una realidad. Un engaño interesado, vaya. Como decir que "los niños mallorquines de los pueblos (aquí conocido como Sa Part Forana) tienen dificultades para hablar en castellano, porque prácticamente en su día en día, no lo oyen nunca. Ni en el colegio, ni en casa, ni en la calle". El apocalipsis, la hecatombe, la purga. La falacia, especialmente. Como le ha querido hacer entender a través de un sopapo tuitero Josep Valtònyc desde Bruselas, harto de tonterías: "Miquel charla perfectamente castellano con un acento peculiar y precioso. No conozco a ningún niño en Mallorca que no hable castellano. Lo que sí que hay son tarambanas que viven en Mallorca de hace 20 años y no saben decir dos palabras en catalán y tienen huevos de decir que hay imposición lingüística."
Miquel charla perfectamente castellano con un acento peculiar y precioso. No conozco a ningún niño en Mallorca que no charle castellano. Lo que sí que hay son esburbats que viven en Mallorca de hace 20 años y no saben decir dos palabras en catalán y tienen huevos de decir que hay imposición lingüística. https://t.co/2Xvr4cIirU
— Josep Valtònyc���� (@valtonyc) 3 de febrero de 2020
Aquí la única realidad que hay es que los españoles como tú puede hacer 20 años que vivís en Mallorca y no sabéis charlar ni la mitad de bien el catalán que Miquel el castellano. Eso si es que Usted os dignáis algún pico en vuestra vida. https://t.co/XdYeoUL2pN
— Aina Vidal (@AinaMonseVidal) 3 de febrero de 2020
El acento catalán o mallorquín los molesta, lo andalus los hace gracia
— bita (@bitajr) 3 de febrero de 2020
De hecho, hoy por hoy sale más a cuenta charlar neerlandés que castellano si aprecias tu libertad.
— Sangre de horchata Indepe ��������ⵣ������������������������������������ (@pinkbcn) 3 de febrero de 2020
A mí tb me ha dicho para|por Madrid: ah, púas si que tienes acento. Sólo te lo dicen si tienes acento Català,cap problema si se acento andalus o murciano, etc... ni se dan cuenta de ello
— Raül (@rbgardeny) 3 de febrero de 2020
Josep, no les sigas el juego. Si no hay gente que habla castellano: Qué pasa?!
— Pau Rigol (@prigolor) 3 de febrero de 2020
¡Miquel me representa!
— JOAN VILLARROYA �������� ����️ (@JOANVILLARROYA1) 3 de febrero de 2020
Se mes....si yo fós su padre, se me sentiría increíblemente orgulloso d'ell����������������
El tema de los acentos me toca los huevos. ¿Alguien les dice a los vascos que hablan mal el castellano porque lo hacen con su acento particular? ¿Y a los canarios?
— ĴƱSᎾMƐ (@jusome) 3 de febrero de 2020
Imposición lingüística castellana es la que existe y de la que no se quejan nunca.
— David57 (@Dagiro57) 3 de febrero de 2020
Josep estará en el exilio, pero conoce muy bien a sus vecinos de Mallorca, sus costumbres y su lengua. Y Miquel es un niño como cualquier otro, de su tierra. Es gracioso, carismático, histriónico y se podría debatir si hace falta que los adolescentes se sometan al escaparate de la opinión pública. Pero otras críticas apestan. La peste de siempre.