La campaña electoral madrileña se mueve en el barro porque la candidata a la reelección Ayuso las ha convocado solo para cambiar de socios de gobierno: de Ciudadanos a Vox. En lugar de la derecha, la ultraderecha. La Súper Derecha. Cualquier acto de extrema derecha causa repugnancia excepto para los que creen que un indepe es peor que un ultraderechista. Víctor Amela ha salido a enfrentarse en twitter con el diputado catalán en las Cortes, Gabriel Rufián, que se ha escandalizado con el cartel electoral ultra facha de Vox que la fiscalía ya investiga por delito de odio:
Rufián no se explica, como cualquier demócrata, que Vox pueda hacer propaganda fascista impunemente mientras se penalice un cartel sobre la libertad de expresión. Víctor Amela entiende que se prohíba el de la Libertat de expresión porque cuelga de un balcón público. En cambio no dice nada de colgar lemas fascistas en la calle, también pública:
Las redes no dan crédito que para justificar que se inhabilite un president por un cartel no se vea que esta publicidad electoral de Vox lleva a un Estado fascista, que estigmatizaa inmigrantes menores de edad por el hecho de serlo. Sólo el hecho de comprar el concepto MENA ya repugna. Pero Amela solo ve indepes:
Amela y Rufián, tuiteros compulsivos. Pero esta vez, aunque Amela acostumbra a ser educado, ha derrapado. A la ultraderecha no se la puede esconder. El escándalo no es el tuit de Rufián sino el cartel de Vox. Lo ve cualquier escritor, cualquier columnista de La Vanguardia y cualquier persona decente.