La última emisión de Al Cotxe! de TV3 no ha sido una más: celebraba el programa número 100 de un formato que, paso a paso, kilómetro a kilómetro, se ha ido metiendo en el bolsillo a la audiencia desde el famoso octubre de 2017. La fórmula es sencilla, pero materializada con maestría: Eloi Vila sabe tocar las teclas convenientes para abrir el corazón de unos invitados (300 ya) que forman parte de los hogares catalanes de generaciones diversas, consiguiendo que sorprendan con vivencias, recuerdos y emociones. Es lo que ha pasado con presentador del Més 324 de TV3, Xavier Graset: un hombre poliédrico que mezcla el humor y la información como pocos, pero que conmovió a los espectadores compartiendo su historia familiar.
El presentador de Vilaseca rememoró sus orígenes, muy ligados al mundo rural y la tierra. Se dedicó al periodismo, aunque su padre quería que fuera abogado: intentó matricularse en ambas carreras, pero cosas del destino, después de hacerlo en la de comunicación, cuando fue a la facultad de derecho la ventanilla estaba cerrada. Un golpe de suerte que explica con su socarronería habitual, y que le permitió zambullirse en un mundo, el de la radio y la televisión, que le ha dado mucho, pero al que también ha aportado con creces. Recordó su etapa de corresponsal en Madrid, o en el APM de Antoni Bassas ("que pasa Ántoni") o el 'Sense Títol' con Buenafuente desatando el Graset más divertido, así como su trayectoria en el teatro. Las carcajadas, sin embargo, se volvieron emociones incontrolables al hablar del Xavier actual: un hombre atado a la actualidad y a trabajar de noche, y que vive a caballo entre Barcelona y Reus, donde reside con su mujer Anna Maria y sus gemelos, Anna y Bernat, de 11 años. Son su joya más preciada, y lo que más echa de menos cada día que no está con ellos: "me duele no poder estar más. Sólo con un momento de poder verles ya te llena". Graset, siempre con la palabra apropiada a punto y la broma asomando, no puede hablar. El gesto tenso y a punto de romperse, pensando en ellos, traspasaba la pantalla.
No fue el único momento en el que se vino abajo: justo antes de llegar a destino, vuelve a visitar sus raíces: "soy de pueblo, campesinos, y estos paisajes humanos de repente, creces, vives la vida, viajas... ¿dices, dónde estaban? ¿Dónde me lo he dejado? No sé... y se va" Sus lágrimas son las de muchos que miraban la televisión, conmovidos y empáticos. Una lección de humanidad y sencillez que vale oro... o unas galletas y un vino rancio, que saben todavía mejor.