La visita de Miquel Montoro a La Resistencia sigue muy viva en las redes sociales. Normal, el niño mallorquín es una joya, divertido, espontáneo y genuino. Ahora bien, en las Españas más intransigentes la han tomado contra él por cómo habla castellano. La orgía de comentarios catalanófobos es aberrante, una campaña vomitiva que lleva el sello ultra y sectario de Vox y similares. Bullying idiomático y cultural contra un menor de edad (y contra su pueblo) de manual. Lo más curioso del caso es comprobar el argumentario del grupo de abusadores, como por ejemplo el de Esther Sanz. Concejala de extrema derecha en un pueblo madrileño, curiosamente se vanagloria de hablar y entender el catalán, pero lleva tres o cuatro días defecando tuits contra la forma de hablar español del joven. Que el niño le cae muy bien, pero qué lástima que es un analfabeto de la lengua del imperio. Aquí va una pincleada de las opiniones que ha vertido en la red.
El caso es que Esther es "inasequible al desaliento", ya saben. Y como le gusta tanto el uso correcto del castellano, podríamos decir que "tanto va el cántaro a la fuente, que acaba por romperse". Romper, en este caso, la paciencia, por no decir palabras más gruesas. Utiliza expresiones como "calaña", "catalanazis" o "me importa una mierda vuestra opinión", mientras que abandera una diversidad cultural más falsa que los Milli Vanilli. Un nivel de intelectualidad del que muchos estamos hartos. Por ejemplo, Xavier Sala-i-Martin, que la ha mandado a hacer puñetas. Y lo ha hecho "en cristiano", para que se sintiera a gusto: "¡Para demostrar que tú respetas la diversidad cultural, haces un tweet en el que te escandalizas porque un joven mallorquín no habla español! ¡TU PROPIO TWEET te contradice! ¿De verdad no te das cuenta que todo el mundo ve que eres muy cortita?"
El cinismo de la ultraderecha es de psiquiatra. Y el desprecio por los diferentes, absoluto. Ahora bien, dan más pena que miedo.