La ciudad del Tajo, de los fados y de los viejos tranvías amarillos. La ciudad con más azulejos del mundo y con el fútbol corriendo por sus venas. La ciudad de donde zarpaban en busca de nuevos mundos los grandes descubridores del siglo XVI. Lisboa sabe superar sus esplendores y sus melancolías y se presenta ante el visitante con el mismo enorme atractivo de siempre, con ese Atlántico luminoso, con ese aspecto señorial y dormido, con esa irresistible dejadez.
La capital de Portugal no pasa de moda, al revés, su popularidad no para de crecer. Tiene algo. Serán sus cuestas y sus ascensores de hierro, sus bares de techos altos, su gastronomía o su pasado literario: aquí está la librería más antigua del mundo y por aquí se paseó la desesperación de Pessoa. No se sabe muy bien qué es, pero esta ciudad gusta, y mucho. Veamos cómo disfrutarla durante cuatro días.
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Día 1: Baixa, Chiado y Bairro Alto
Al pasear por el centro de la ciudad, te vas a topar con el elevador de Santa Justa y su imponente estructura gótica de 45 metros. De la estación superior se llega enseguida a Chiado, el núcleo comercial y teatral de Lisboa. La librería Bertrand abrió aquí sus puertas en 1732 y es la librería en funcionamiento más antigua del mundo. En la Praça Luís de Camões, los locales se reúnen junto a las estatuas de los grandes escritores portugueses.
Un poco más allá está Bairro Alto, lleno de bares, plazas encantadoras y tiendas alternativas. Desde aquí se puede bajar paseando hacia la Rua Nova do Carvalho, en el barrio de Cais do Sodré, apodado el Barrio Rojo de Lisboa, ya que era un escandaloso lugar frecuentado por marineros y prostitutas. Es un lugar ideal para comer. El Mercado de Ribeira, o Time Out Market, es el mejor ejemplo de la buena mesa al aire libre con lo mejor de Lisboa.
Día 2: Belém
Cuando llegues a Belém, el Monasterio de los Jerónimos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, te impresionará con sus hermosos y frescos claustros y sus escalinatas de piedra. Muy cerca, en la orilla del río, hay otro lugar inolvidable: la Torre de Belém, una fortificación del siglo XVI tan estrecha por dentro que opera un sistema de semáforos para que los visitantes suban y bajen alternativamente. Desde la terraza, hay una hermosa vista del Puente 25 de abril.
Día 3: Alfama
Hay que caminar para conocer bien los atractivos de la Alfama. Como la Feira da Ladra, que ofrece antigüedades, cerámicas y azulejos portugueses. O el Panteón Nacional, reconocible por su cúpula blanca y deliciosa por los patrones simétricos del suelo. El Castillo de San Jorge es otra visita obligada, al igual que la Catedral de Lisboa, la iglesia más famosa de Lisboa, que data del siglo XII y que ha resistido desastres naturales y el gran terremoto de 1755.
Apodada la ciudad de las siete colinas, Lisboa tiene una serie de miradouros, y muchos están en este barrio. El Miradouro das Portas do Sol es el más popular por su mar rojo de techos de terracota. El Mirador de Santa Luzia también es estupendo. Para acabar el día, cualquier casa del fado es una maravillosa alternativa culinaria.
Día 4: Sintra
Llegar a este lugar de cuento de hadas, jardines míticos y vistas al Atlántico es muy fácil, ya que el billete de tren cuesta solo 5 euros ida y vuelta desde la estación de Rossio. Una vez aquí, no te pierdas la Quinta da Regaleira, Patrimonio de la Humanidad, con su icónico pozo de los deseos. Y en lo alto de la colina, el increíble Parque y Palacio Nacional de Pena. Su arquitectura del siglo XIX es un hechizo de terrazas pintadas, gárgolas y tallas de piedra. Y no te vayas de Sintra sin probar las famosas Queijadas en Casa Piriquita.