La mujer que insultó gravemente a una pareja de chicas lesbianas al grito de "mariconas, me dáis asco" en un vagón del metro de Barcelona ha pedido "disculpas" por su comportamiento a través de un vídeo enviado a La Vanguardia. "No quiero justificarme, pero es que se están diciendo unas cosas...". Así empieza una perorata interminable en la que esta lesbòfoba explica las razones de su agresividad, intransigencia y ausencia absoluta de sentido común. Ella, sin embargo, apenas percibe ninguna de estas actitudes en su reacción. No. A ella le parece lo más normal del mundo haberse comportado de forma tan mezquina, ya que la pareja osaba besarse en público. "Eso no era un beso, se estaban morreando, mis hijos estaban ahí. Para esas cosas te vas a un hotel". Ni Rocío Monasterio en sus tardes más lúcidas, vaya.
Según el relato de la guardiana de las esencias morales de la sociedad, parece que los millares de avergonzados espectadores que la vimos en acción la malinterpretamos. No sólo eso: Las verdaderas agresoras son las pecaminosas chicas que ignoraron su amable recomendación. Y la razón es meridiana: "A mi me da asco, pero no de ti, de todo el mundo. Mujer-mujer, hombre-hombre... (pausa dramática para pensar lo que estaba diciendo) mujer-hombre." El colmo llega poco después: "¿Si fuera al revés que hubiera pasado?". Bien, la respuesta rozaría el surrealismo, por lo tanto, mejor ni contestarle. Ya lo ha hecho la red y de forma masiva.
"Hay niños delante, eso no lo pueden ver", sentencia la joven, convertida en cruzada antiLGTBIQ. "Y tengo un hermano (al que llama "maricón" con la misma alegría) que no lo hace por respeto a mi". Huye, hermano, huye. "En España la libertad es para algunos", sigue, "no les puedes decir ni mijita en las lesbianas, a los gays". Uf. Y por cierto, que también se ha referido a aquello de "encima catalana": "No soy racista, mi marido es catalán y mi hija es catalana". Ella lo tiene claro, "estáis liando una...no se puede decir nada, un poquito de por favor". No hay más preguntas, señoría.