La hipersensibilidad del españolismo contra los símbolos catalanes es tan insistente como paranoica. La última muestra de histerismo todavía colea. La razón, la segunda camiseta del F.C.Barcelona, para la que la marca comercial que viste al club ha escogido el color tabú del unionismo: El amarillo. No habían pasado ni cinco segundos desde que conocíamos el diseño y "el jari" (que diría Israel García-Juez) ya estaba en marcha: "Asquerosa, trapo totalitario que homenajea a golpistas. Club repulsivo, al lado de los regímenes más abyectos". El brote de xantofobia (fobia al amarillo) de raíces catalanas se ha extendido en Twitter.
Es realmente complicado ser capaz de escribir, pronunciar o incluso imaginar tantas tonterías sobre la camiseta culé y su relación con el drama y la injusticia de los presos políticos. Primero, por hiperventilados: La camiseta rinde homenaje a los 40 años de la Masia, imitando la camiseta de 1979. Pero es todavía más ridículo cuando, haciendo un breve repaso por las equipacions alternativas azulgranas, te encuentras con diferentes ejemplos de diseños similares, y que nunca habían ofendido las finas pieles del gallinero anticatalán. Todo ha cambiado con la cruzada contra los lazis. Bien, mejor dicho. nada ha cambiado. Sólo que hoy en día atacar a Catalunya tiene premio. Premios, ahora bien, que también les estallan en la cara.
Es evidente que cualquier institución catalana es susceptible de ser una peligrosa herramienta en la maléfica estrategia independentista de presentar a los presos políticos como hermanitas de la caridad. Y todavía más en el caso del Barça, un gran catalizador del odio contra los "catalinos" o "catalufos", que ladra cada día contra la determinación democrática de un pueblo al que desprecian. Y "tanto va el cántaro a la fuente", como dicen en la península, que al final se rompe, y quedas retratados como lo que son: Intolerantes, cuñaos y hooligans. Dentro y fuera de los estadios de fútbol, claro está.