Somos en pleno mes de julio. El calor es sofocante. La gran mayoría de la población o disfrutan de las vacaciones, o sueñan con hacerlo pronto. Cada uno tiene su forma de ocupar estos días de descanso, pero muchas de ellas pasan por hacer un viaje fuera del lugar de origen, buscando playa, montaña, fresca, etcétera. Los más valientes, afortunados o intrépidos escogen destinos exóticos o lejanos; otros prefieren no salir de la Península Ibérica. Hay mucho por ver, disfrutar y descubrir. Pero claro: ir a según qué lugares puede causar traumas incurables en determinado tipo de personas. Son discípulos de Toni Cantó o Mario Vargas Llosa, un colectivo que sufre una obsesión enfermiza muy concreta: la lengua. Más concretamente: todo lo que no sea en castellano los perturba. Pobrecitos. Las pasan canutas cuando van a Galicia, al País Vasco, als Països Catalans. No decimos Portugal ni Gibraltar para no alarmar al personal, pero vaya: todo es un suplicio.
Ahora bien, a pesar del sufrimiento, no dejan de ir. Este tipo de masoquismo colonial es la tarjeta de presentación del españolismo monolingüe, que se acompaña de clamores victimistas molestos, desagradables y ridículos. El resumen es este: "el castellano está en peligro", "no entiendo qué quiere decir 'Urgències'" o "en español, paleto".
Pues bien, para que no se diga que todos aquellos que hablan idiomas diferentes al español, al pertenecer a naciones, culturas e historias diferentes o porque sencillamente les sale del narices, somos mala gente y no nos compadecemos de las patologías ajenas, tenemos que destacar el consejo de un tuitero gallego que les será de gran utiilidad durante este verano. Diego Pazos escribe una recomendación sencilla pero inapelable, y que se ha convertido rápidamente en viral. Parece una obviedad, pero es que hay que explicarlo todo: "¿No os gustan los carteles en gallego en Galicia? No vengáis". Una manera muy práctica, económica e indolora de evitar trastornos: los propios y los ajenos.
Las reacciones no se han hecho esperar, y hay que decir que muchas de ellas son reconfortantes: parece que no todo es oscuridad en la caverna 'patria', ya que todavía no se han extinguido los castellanohablantes respetuosos con la cultura y la lengua de sus vecinos. También destacamos el aplauso y solidaridad unánime que ha recibido de vascos, catalanes, valencianos o baleares, que conocen bien esta realidad. Incluso de asturianos que hablan el bable. Una muestra de este apoyo: "Si no vais a respetar nuestra lengua y nuestra cultura, y vuestra intención es acosarla como un reducto folclórico, no vengáis!".
Se admiten apuestas: ¿cuántos tuits le dedicará Toni Cantó a este clamor tan poco españolizante? Pensad que éste es su autèntico cometido en la Oficina del Español': pasarse el día en las redes a cambio de 75.000 euros al año. Va, doblemos el reto: ¿cuántas faltas de ortografía encontraremos en el texto? La solución, inminente.