Bangladés vive unas semanas marcadas por las protestas y una violenta represión policial, que han dejado hasta ahora 174 muertos, según los últimos recuentos. Las telecomunicaciones se han cortado para evitar más movilizaciones, se implantó el toque de queda el pasado fin de semana y hay en torno a 2.500 ciudadanos detenidos. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? El pasado 1 de julio, los estudiantes de una de las universidades más prestigiosas del país se movilizaron para protestar pacíficamente contra la reforma de una ley anulada en 2018 que reservaba el 30% de los puestos gubernamentales para los hijos y los nietos de los veteranos de la guerra de independencia de 1971. Estas protestas fueron creciendo y el pasado 20 de julio el gobierno desplegó al ejercido para reprimir las movilizaciones, que habían escalado en número y contundencia.

Los estudiantes y el resto de población que se les ha unido a lo largo de los días, denuncian que recuperar este aspecto de la ley supone una discriminación clara entre la población de Bangladés. Así lo ha considerado también el Tribunal Supremo, que ha anulado la reforma de la ley. El juzgado ha estipulado que ahora solo el 5% de los puestos de trabajo se reservarán para descendientes de luchadores por la libertad y otro 2% para personas de minorías étnicas o con discapacidad, y el resto estarán abiertos a los candidatos basados en el mérito.

Una parte de la escena política de Bangladesg espera que con esta decisión amainen las protestas, pero la dura represión sufrida y el aumento del sentimiento antigubernamental pueden alimentar más movilizaciones. Es más, las organizaciones estudiantiles han advertido de que no dejarán de movilizarse. De hecho, muchos manifestantes han recuperado el lema vinculado a los violentos bombardeos sobre la población civil que ha hecho Israel en Rafah para describir la situación que viven por parte de su propio gobierno y lo han adaptado a All eyes on Bangladesh.

Una semana de violencia en las calles

Según narra The Guardian, desde el inicio de las manifestaciones, estas siguieron un corte pacífico, hasta hace una semana, cuando se volvieron violentas, ya que grupos progubernamentales fueron acusados de atacar a los manifestantes con armas y la policía antidisturbios utilizó balas de goma y gases lacrimógenos para disipar las protestas. Los manifestantes se resistieron a la policía y desde entonces la tensión se ha disparado.

Ante el estallido violento, el gobierno del país ha impuesto un corte de las comunicaciones, incluyendo internet y líneas telefónicas. También se decretó un toque de queda el pasado fin de semana, y la capital, Daca, parece una zona de guerra, debido a la gran movilización militar que se ha desplegado. Los tanques patrullan las calles y helicópteros del ejército vigilan la gran ciudad desde el cielo.

Un gran reto para el gobierno

Sheikh Hasina, primera ministra de Bangladés, está saliendo mal parada de esta crisis política. Hasina, que ocupa el cargo desde 2009, ha sido acusada de autoritarismo y corrupción desenfrenada, y su reelección en enero fue ampliamente documentada como manipulada. Su respuesta a las protestas solo ha afianzado el rechazo hacia ella y su ejecutivo.

 

 

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