El intercambio de fuego entre Israel y Hizbulá de este fin de semana ha sido tan fuerte que es complicado estar seguro de que el conflicto no haya escalado ya hasta una guerra total. Israel informó el sábado que había atacado 290 objetivos en el sur del Líbano, matando al menos a tres personas. Hizbulá contestó tirando 150 misiles, cohetes y drones contra Israel. El ataque más importante desde que habrían empezado las operaciones del grupo, alineado con Irán, y las operaciones de apoyo a Hamás, después del 7 de octubre.

Los misiles llegaron hasta los barrios de las afueras de la ciudad de Haifa, al norte de Israel, y aunque los equipos de rescate pudieron sacar a heridos de los edificios, miles de civiles se vieron obligados a buscar refugio.

Hizbulá ha afirmado haber utilizado por primera vez misiles de corto alcance Fadi 1 y 2, armas que, según se dice, tienen un alcance de 80 y 105 kilómetros, respectivamente. Según el grupo militante, apuntaban a la base aérea israelí de Ramat David, a 24 kilómetros en el sureste de Haifa, aunque su impacto en las operaciones militares parece escaso. Aunque se ha dicho que el número de misiles disparados fue pequeño y que la mayoría fueron interceptados, las imágenes de los daños en las viviendas sugieren que algunos de ellos, a pesar de todo, burlaron las tan famosas defensas aéreas de Israel, una señal preocupante.

Tensión máxima en la frontera

Han pasado seis largos días desde el extraordinario complot para hacer estallar los buscapersonas y los walkie-talkies utilizados por Hizbulá, en el que murieron 42 personas y más de 3.000 resultaron heridas, un ataque del que se cree que Israel es responsable. El viernes, un ataque aéreo israelí mató al veterano líder de Hizbulá Ibrahim Aqil en Beirut y a 37 personas más.

La creciente intensidad de los ataques israelíes parece indicar que el gobierno de Benjamin Netanyahu no se amedrenta ante los ataques de Hizbulá. "Si Hizbulá no ha captado el mensaje, les prometo que lo captará", ha dicho el primer ministro este domingo después de los últimos intercambios.

Tal como destaca The Guardian, es peligroso pensar que Israel saldrá vencedor de manera decisiva si se intensifican los combates, pero eso también sucede en un momento en el que los dirigentes israelíes han visto que los ataques a Hizbulá tampoco han traído la paz. Unos 65.000 civiles israelíes continúan desplazados de su casa (una cifra similar también se ha desplazado del sur del Líbano), mientras los ataques de Hizbulá continúan a diario.

Una escalada de algún tipo por parte de Hizbulá en respuesta al complot de los buscapersonas y al ataque a Beirut era inevitable, y siempre era probable que el grupo recibiera su arsenal de entre 120.000 y 200.000 misiles no guiados y cohetes. El domingo, Naim Qassem, secretario general adjunto de Hizbulá, dijo que el grupo había entrado en una nueva fase en su lucha con Israel, que él describió siniestramente como una "batalla de venganza sin fin".

¿Hay esperanza para evitar una guerra?

La esperanza es que ambas partes quieran evitar una guerra terrestre todavía más mortífera, aunque en el entorno actual ni siquiera eso puede ser seguro, insiste un artículo de The Guardian. El presidente de Israel, Isaac Herzog, ha dicho este domingo que cuando Aqil fue asesinado, él y otros líderes de la unidad de élite Radwan de Hizbulá estaban discutiendo un ataque sorpresa transfronterizo contra Israel, "el mismo ataque horrible y espantoso que sufrimos el 7 de octubre por parte de Hamás". Por otra parte, se calcula que Hizbulá tiene entre 30.000 y 50.000 combatientes disponibles y un número similar en la reserva. Es una fuerza militar mayor y más capaz que Hamás, según destaca el mismo diario.