En Prades, villa remota, hermosa y tradicional, hay un muchacho que se atavía de reina arrastrada, de drag queen que se dice, rebautizado con el original nombre de Gala Rouge. Y se ve que esto molesta a los rancios, a los carcas, a los duros de mollera, a los que nunca encuentran nada bien y le han enviado tres anónimos amenazadores. Tres anónimos en que le dicen que deje de travestirse o que se vaya del pueblo, porque si no, que se atenga a las consecuencias. En Prades, villa roja, villa rouge como el barrio rouge, son sólo 589 vecinos, pobrecitos míos, o sea que no tiene mucho sentido enviar anónimos porque todos se conocen, en la panadería y en la carnicería ya deben saber quién es la analfabeta que ha escrito las amenazas, porque tantas faltas de ortografía y un pensamiento tan oscurantista seguro que le acaba delatando, seguro que deja huellas o regueros de pólvora allá a donde vaya. Yo diría que es una señora que se repite y que ya chochea un poco. Y si es un señor quizá tiene dentro de sí algo de señora, tiene un poquito de rebrote feo, mal digerido, de Amanda Lear, de Conchita Wurst, y le gustaría intercambiarse las braguitas con una prima suya. Y Gala Rouge le da rabia, claro. Esto de enviar anónimos escritos con ordenador lo habrá visto en alguna película americana pero no se corresponde con la gente de aquellas tierras, no es propio de los que han bebido de la fuente de la plaza. Más bien una buena pelea de barro entre la Rouge y la Anónima, habría quedado la mar de bien.
Yo encuentro que ha llegado el momento, sobre todo ahora que nos aprieta tanto el calor, que el Ayuntamiento debería decretar un día de travestismo obligatorio. Si no quieres caldo, tres tazas, a ver, gentes, buscad un día. Travestismo estival, se entiende, los hombres con poca ropa de mujeres y las mujeres vestidas con poca ropa de hombres. Con las excepciones que sean necesarias y según lo que el buen criterio municipal determine vista la diversidad natural de flora y fauna. Incluida la policía del municipio y los curas, si aún les quedan, el ejército y la iglesia me los travisten bien travestidos. Yo, si se acoge favorablemente la idea, me obligo a ir hasta Prades, vestido de moza con bikini, con mi barba y mi próstata, acompañado, pongamos, de Ramon Cotarelo o de alguna otra celebridad a quien le vaya bien día y hora. No sé si Lloll Beltran... o si Mikimoto... o si Gerard Piqué, tal vez debería escribir un correo. Con un poco de fiesta trans al aire libre, con el tirón que tiene el país por el vino y por las buenas comiditas, yo creo que pronto se podría instituir una fiesta de interés nacional en Prades, una fiesta sexualizada a la inversa, y racializada también, porque nunca debemos olvidar que el poeta Jordi de Sant Jordi fue moro e hizo la corte a la reina Margarita de Prades. Creo que los pueblos vecinos se morirían de envidia si el encuentro tuviera éxito. Sería como el Aplec del Cargol pero en drag queen, y con la misma cantidad de baba. Estoy seguro de que la persona o personas que han enviado los anónimos amenazantes al final, con la bebida y la alegría, se delatará. Aprovechad para atarla de pies y manos y dejadla en lo alto de la cima de la Gritella unos días. Pasa por allí un airecillo muy fino que no le sentará mal.