El fuerte aumento de costes y los efectos del cambio climático son los grandes retos a los que se enfrenta el sector agroalimentario español. En el último año y medio, desde el inicio de la guerra de Ucrania y en la actual desaceleración de la economía mundial, el sector atraviesa una compleja coyuntura. No obstante, si se compara la evolución de las exportaciones agroalimentarias españolas con la de las otras potencias europeas (Francia, Italia, Alemania y los Países Bajos) se observa que España ha tenido una evolución relativamente positiva y que el sector está resistiendo al impacto que pueda tener el alza de costes en la competitividad, según se desprende del último Informe Sectorial Agroalimentario 2023, de CaixaBank Research.
Las exportaciones agroalimentarias españolas en términos de valor han seguido creciendo con fuerza durante los últimos dos años, condicionadas por los altos precios de la mayoría de los productos en los mercados internacionales. En cambio, en volumen, acumulan retrocesos del 5,5% en 2022 y del 9,1% en 2023 (interanual hasta junio), si bien estos descensos han sido menos acusados que en los principales países europeos o la UE en su conjunto (una caída del 15,1%), según exponen los autores del informe, Judit Montoriol y Sergio Díaz. Aseguran que, a pesar de la caída de la producción, la evolución de la exportación es favorable y “los indicadores de competitividad del sector no parecen haberse resentido en demasía por el momento”.
En su análisis, detallan también que el sector agroalimentario español mantiene, pese a todo, una elevada cuota en el mercado mundial, con el 3,8% de las exportaciones mundiales, y ocupa el séptimo lugar del ranking global de exportadores y el cuarto entre los países europeos (por detrás de los Países Bajos, Alemania y Francia, pero por delante de Italia), según los datos de 2021 (últimos disponibles de la OMC). Este peso en el conjunto mundial sitúa al sector como uno de los más exportadores de la economía española.
Más allá de las negativas estimaciones de la cosecha de 2023, especialmente negativas para España, en contraste con una evolución más positiva para el promedio de la UE, las perspectivas son “algo más favorables en lo que respecta a los costes de producción del sector”, gracias al notable descenso de las cotizaciones de las materias primas agrícolas y de los precios de la energía en los mercados internacionales respecto a los niveles récord de 2022. En este sentido, el informe apunta que la moderación de los costes de producción “ayudará a contener la inflación de los alimentos”. Los autores del informe aseguran que este descenso global “empieza a percibirse en los precios que pagan los agricultores en España”. Los costes de los inputs agrarios han descendido un 11,2% entre agosto de 2022 (cuando alcanzaron su valor máximo) y mayo de 2023 (último dato disponible), sobre todo los energéticos (con descensos del 42,3%) y los fertilizantes (que han disminuido un 25,7%). A pesar de este descenso, “los costes aún son alrededor de un 35% superiores al promedio de 2019”, señalan y admiten que uno de los indicadores más problemáticos es “el precio del pienso, que es el componente que más pesa en la estructura de costes del sector primario (54,4% del total en 2022) es todavía muy limitada”, puesto que se ha reducido únicamente un 6,6% desde el máximo de noviembre de 2022.
“La moderación de los costes de los insumos del sector agrario debería aliviar las presiones inflacionistas sobre los precios de los alimentos que paga el consumidor final”, concluyen. En agosto de 2023, el IPC de los alimentos subió un 10,1% interanual, una tasa todavía inusualmente elevada, pero que representa una considerable moderación respecto al avance máximo del 15,7% registrado en febrero de 2023. “Ello, junto con la paulatina recuperación del poder adquisitivo de los hogares en los últimos trimestres, debería dinamizar la demanda de alimentos de los hogares”.