Los economistas dicen que la “la inflación es el peor impuesto invisible” al que podemos someter a nuestros ahorros. Como las termitas se va comiendo el dinero, lentamente, pero de manera imparable, pues la subida de los precios hace que el dinero pierda valor. Para hacernos una idea, lo que podíamos comprar con 100 euros el 28 de febrero del pasado año, hoy nos costará 103 euros. Lo mismo, sin variar ni cantidad ni calidad. Dicho de otra manera, si tenemos en nuestra cuenta corriente 10.000 euros, en poder adquisitivo es como si hubiésemos tirado a la basura durante los últimos doce meses 300 euros.
La única manera de evitar la corrosión de la inflación es invertir el dinero en activos financieros que aporten una rentabilidad superior a la inflación de cada año. Si el 28 de febrero de 2024 hubieses adquirido, por ejemplo, un fondo de inversión con un beneficio del 3%, habrías conseguido evitar la carcoma de la inflación. Por supuesto, si ha superado el 3%, mucho mejor. Para hacernos una idea de la dimensión del problema, una persona que haya comprado el 4 de marzo una letra del Tesoro a 12 meses -6.223,27 €- cuando recupere el capital habrá obtenido una rentabilidad del 2,173%, por debajo de la inflación prevista para entonces.
Depósitos bancarios
Sin embargo, es muy frecuente que aquellos que pueden ahorrar algún dinero (la tasa de ahorro en España es el 14% de las rentas familiares en su conjunto) lo dejen dormir el sueño de los justos en las cuentas corrientes que usamos para nuestras operaciones diarias, como cobrar la nómina o la pensión; pagar las facturas de la luz, el agua, el gas; realizar transferencias o pagar a los amigos con Bizum. Pues bien, con los datos del Banco de España, los hogares españoles tienen en metálico o en depósitos 1,07 billones -sí, con b- de euros y, ¡sopresa! La rentabilidad medida es del 0,49% muy lejos del 3% de la inflación.
Con estos mimbres, parece de sentido común no tener el dinero en las cuentas corrientes para alejar nuestros ahorros de la voracidad del IPC. Pero es mejor no precipitarse, pues conviene tener un remanente para poder hacer frente a imprevistos, que siempre hay, como la ruptura de un electrodoméstico o la avería del coche o, por ponerse optimistas, un viaje improvisado, pero que nos hace mucha ilusión. Pero entrar en “números rojos”, es decir, gastarnos hasta el último euro que tenemos en la cuenta, incluso alguno más, no es nada recomendable.
Números rojos
El Banco de España cuenta al respecto que es habitual y le puede pasar a cualquiera. Pero, ¿qué repercusiones puede tener? Por lo general, si no damos orden en contrario, el banco hace frente al pago y, por entendernos, es como si te concediese un pequeño crédito para evitar el impago de recibos o la falta de saldo. Como señala el regulador financiero, puede que lo hayas pactado de forma expresa con tu banco, pero en muchas ocasiones lo concede a su voluntad, “sin contar con tu autorización explícita”.
Y, por supuesto, no te lo da gratis, pues suele cobrar por el descubierto las comisiones e intereses que tengas pactados en tu contrato. Que no es despreciable. No obstante, el Banco de España señala que el banco no te puede cobrar cuanto quiera: el coste del descubierto tiene como límite máximo dos veces y medio el interés legal del dinero que para 2025, es el 3,25%. Lo que el descubierto puede llegar a suponer un interés del 8,125%.
3 nóminas
Entonces, la pregunta es: ¿qué cantidad exacta que debemos tener un nuestras cuentas corrientes para no perder dinero con la inflación y no incurrir en los costosos descubiertos? Lo contesta la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) que recomienda tener las cuentas claras sobre nuestros ingresos y gastos “corrientes, de cada mes”. Pero más allá y da una recomendación universal: “una cantidad prudente puede ser el equivalente a tres meses de tu salario.
Y a la recomendación suma una advertencia: en el banco, no más de 100.000 euros. ¿Por qué? La ley, a través del Fondo de Garantía de Depósitos, garantiza que en caso de quiebra de un banco se cubren hasta 100.000 euros, nada más. Aquellos afortunados que tienen en dinero líquido -no en activos financieros- más de ese dinero, si la entidad quiebra perderán el exceso. Por eso, la OCU recomienda, en caso de superar esa cantidad, repartir nuestros ahorros en varias entidades distintas, y en todas ellos, por debajo de esos 100.000 euros.