Europa está perdiendo peso y pujanza en el sector del automóvil a nivel mundial. Desde la pandemia (2019 a 2023) la producción europea de turismos ha descendido un 16,6% (de 14,5 millones en 2019, a 12,1 millones en 2023); mientras que la producción mundial ha aumentado un 2% gracias al fuerte tirón de los fabricantes chinos, según un informe de Funcas realizado por Raymond Torres, director de coyuntura económica del think tank. El autor señala como causas de este declive el “retraso tecnológico”, especialmente en los eléctricos e híbridos, y los costes de producción.

El pasado año se produjeron en el mundo 75,6 millones de turismos y SUV, un 2% más que en 2019, cuando salieron de las fábricas de automóviles 74,1 millones. Es decir, un millón y medio más desde la pandemia. En el reparto, la Unión Europea ha sido la gran perdedora, pues antes de la pandemia, apadrinó el 19,57%, casi una de cada cinco unidades, y el pasado año perdió 4 puntos porcentuales, con una cuota del 16%. El otro platillo de la balanza se lo queda China, que en 2019 se apuntó cerca del 28% de la producción mundial, y el pasado año ya era responsable de uno de cada tres coches (33,5%) montados en el mundo, según el trabajo de Torres. Lo que aporta al gigante asiático un aumento del 22,2% de su producción.

Estados Unidos, que ha sufrido un declive en los últimos lustros, repunta desde la pandemia, en parte por la aparición de Tesla en el mercado, y crece de 7,4 a 7,6 millones, un 2,7% en estos cinco años, incrementado su cuota ligeramente, en el entorno del 10% de la producción global.

UE y España

Entre los grandes productores comunitarios, Francia ha sufrido un desplome del 41% en este último lustro en el que ha pasado de construir 1,7 millones de turismos a 1 millón. Alemania sufre el segundo mayor descenso, del 17%, al perder 800.000 coches, hasta quedarse en 3,9 millones. España, segundo productor europeo, desciende un 13%, desde 2,2 a 1,9 millones de coches montados en las 17 factorías repartidas por la península. Italia, que en 2019 fabricó medio millón de coches, ha mantenido su producción el pasado año. El resto de los países fabricantes europeos (República Checa, Bulgaria o Polonia, entre los mayores) ha registrado una caída del 11%, desde 5,4 a 4,8 millones de coches.

Torres argumenta que el retraso tecnológico ha dificultado la adaptación a las exigencias medioambientales, generando precios altos que “deprimen la demanda y afectan la competitividad” de la industria de los países de la UE. Pero también influye en la pérdida de peso de la industria europea los frenos a la compra del vehículo eléctrico en Europa. En opinión del economista, ni la imposición de aranceles -en referencia a China- ni las ayudas a la compra (como el plan Moves III en España) podrán revertir, por sí solos, este declive. Defiende que los incentivos a la inversión, focalizados en los componentes de mayor contenido tecnológico, como las baterías, “parecen una opción más acorde con la evidencia empírica”.

El informe recuerda que el sector automotor es uno de los más expuestos a los desafíos tecnológicos, energéticos y geopolíticos en el mundo. En Europa ha ocupado históricamente un lugar importante, por su peso en el PIB y en la balanza de pagos, pero también por su contribución al desarrollo socioeconómico general. Durante las dos primeras décadas del presente siglo (del 2000 a 2019), a pesar de la crisis financiera, un cambio tecnológico acelerado por la robotización, y la irrupción de China, el sector logró adaptarse, permaneciendo como uno de los principales baluartes de la potencia industrial europea. Sin embargo, en el último lustro, “han surgido dudas acerca de la capacidad de afrontar los desafíos de un mercado mundial en plena mutación”.

Pandemia

En este orden cronológico, Torres considera que para el sector automotor europeo, la pandemia ha marcado un antes y un después. Así, entre 2015 y 2019, la producción se incrementó ligeramente por encima del 2%, en contraposición con deterioro del 20% en EE.UU. Lo que propicio, en este periodo, la balanza comercial del automóvil arrojó un superávit para la Unión Europea, mientras que EE.UU., caía en un déficit estructural. Pero lo más relevante de ese lustro, es la explosión de China dentro del sector, con un 14% de incremento en su producción.

Junto al retraso tecnológico europeo, especialmente en el coche eléctrico, el informe reseña un segundo problema estructura: la evolución de los costes de producción avala la pérdida de competitividad. Si bien los costes laborales han tenido un comportamiento moderado, la productividad se ha deteriorado en relación con los principales competidores. Además, los costes energéticos se han disparado, particularmente en los países más dependientes del gas ruso.

A ellos, se suman otros de cariz más estructural. En concreto, el informe menciona la caída de la demanda interna en la UE, por un mayor impacto de la crisis energética derivada de unos precios disparados del gas y la electricidad agudizado por el conflicto en Ucrania. Lo que ha reducido el poder adquisitivo de los europeos. También han pesado las incertidumbres regulatorias. Por una parte, la Comisión Europea ha establecido un objetivo de descarbonización del sector y, por otra, la demanda de eléctricos tarda en despegar por la falta de infraestructura de recarga, una autonomía insuficiente en opinión de los clientes, y unos precios elevados que están entre un 30% y un 50% por encima de los de combustión.