¿Cuántas personas que han firmado un contrato fijo-discontinuo están trabajando realmente? Floren Felgueroso, economista especializado en el mercado laboral e investigador de Fedea, ha cuantificado que uno de cada do, no trabaja. A tal fin, ha analizado cuatro fuentes estadísticas diferentes, para poder afinar, al máximo, un dato que el Gobierno español no da de forma clara, alegando su dificultad y los resultados han sido presentados este lunes. Con los datos de 2022, únicos que permiten las fuentes disponibles, Felgueroso contabiliza que al final de ese año había 1,42 millones de personas con una relación contractual activa como fijo-discontinuo, de ellos, la mitad estaba activo (trabajaba y cobrara un sueldo) y la otra mitad, inactivos (no trabajaban ni cobraran), teóricamente, estaban esperando que la llamada de la empresa.
No obstante, desde Fedea han profundizado algo más y han descontado los fijos-discontinuos pluriempleados y, aunque no están trabajando bajo el contrato que firmó, lo hace en otra empresa, bien como fijo discontinuo, bien con otra modalidad contractual, incluso como autónomo. Con esta depuración, los fijos discontinuos, excluyendo a los contratos a aquellos que tienen otro empleo, se reduce a 1,25 millones, casi 200.000 menos. En este caso, los inactivos son 518.000 y los que trabajan 518.000. Desde la reforma laboral, según los datos del Ministerio de Trabajo, se han firmado 4,9 millones de contratos de esta modalidad, 2,3 millones en 2022 y los mismos en 2023, en el resto en el primer trimestre de este año.
El informe cuantifica en algo más de un tercio de este colectivo de indefinidos están pluriempleados, de ellos, 5 de cada 6 con otro tipo de contrato, probablemente su actividad principal, o un trabajo de autónomo, y el otro, con un segundo contrato fijo-discontinuo.
Sin indemnización
Uno de los derechos que se ha otorgado a los fijos-discontinuos es la posibilidad de recibir una indemnización, que se debe contabilizar en función de la antigüedad del contrato, no por los días efectivamente trabajando. Con los cálculos de Felgueroso, el 22,4% de los fijos-discontinuos pierden la relación contractual al cabo de 2022, pero de ellos, han abandonado por voluntad, lo que implica la renuncia a la indemnización, pero también al desempleo. El resto, con despido, lo que abre la puerta a una indemnización.
Del total de los asalariados bajo esta modalidad que estaban emparejados con la actividad, el 11% rompió su relación contractual por propia voluntad (aunque no siempre por encontrar otro empleo), un 6,7% por un despido objetivo (causas económicas de la empresa) y un 3% por baja no voluntaria o finalización del contrato.
Inactividad por edad
El informe de Fedea muestra claramente una fragmentación del colectivo. Hansen Jensen, coautor y miembro del think tank en materia económica y laboral, ha insistido en que bajo el mismo contrato hay cinco modalidades diferenciadas: por un lado, el clásico, anterior a la reforma laboral para actividades de temporada, como la hostelería de costa o la enseñanza, a los que se suman una actividad de muy corta duración (anteriormente a través de contratos temporales), los de contratas (para los de obras y servicio), o los ligados a las Empresas de Trabajo Temporal, para ceder a los clientes por cortos periodos de tiempo. Más de la mitad de los afiliados, lo que trabajan de manera más asidua, se concentran en hostelería, seguidos de la enseñanza, ligados a actividades clásicas de esta modalidad contractual.
De momento, Fedea no ha podido identificar la duración media de los contratos de fijos-discontinuos con los datos que disponen actualmente. Una duración que depende de esa modalidad de actividad a la que se liga. Claramente, los temporales tienen duraciones muy cortas, frente a los contratos de hostelería o educación, de varios meses.
Eso explicaría por qué existe un comportamiento tan dispar según edades. Los más jóvenes, mayoritariamente ligados a las modalidades temporales y de ETT, tienen una altísima tasa de inactividad. Es decir, de los contabilizados, el 65% no suelen trabajar. Un porcentaje que se va reduciendo, según desciende la edad, hasta un 42% en el caso de los mayores de 55 años.