Bajo el gobierno francés presidido por Jacques Chirac y el primer ministro Lionel Jospin, entre el año 1998 y 1999, se promovió una reforma de izquierdas con respecto a la jornada laboral que pasó de las 39 a las 35 horas semanales. Más de 25 años después, el sector privado sigue lamentando este cambio y aseguran, sobre todo los que trabajan, que dedican 39 o más horas si se tiene en cuenta que el cambio no ha acabado siendo palpable y se ha sumado el trabajo expansivo a través de los teléfonos inteligentes y sus aplicaciones, es decir, aquel que se ofrece a la empresa fuera de la jornada laboral marcada.

Así pues, este ejemplo tan palpable de la vecina Francia puede ser interesante analizarlo a las puertas de una reforma laboral donde la misma patronal CEOE y su presidente, Antonio Garamendi, reclama no estar "invitado" a la mesa, sino "formar parte de ella directamente". Los sindicatos aprietan por el cambio, pero la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, sigue sin encontrar el encaje para que la predisposición de ambas partes sea favorable, como mínimo, para hablar.

¿Una reducción no apta a los nuevos tiempos?

Se han publicado tres estudios que evalúan el efecto de la semana de 35 horas en Francia. Pero todos estos estudios toman como periodo de referencia los años de 1998 en el 2002, cuando todavía no estaba vigente la semana de 35 horas, salvo las grandes empresas. Y el paro empezó a aumentar de nuevo entre el 2002 y el 2006, que fueron los primeros años de la semana de 35 horas; y volvió a bajar entre el 2006 y el 2008, y después aumentó bruscamente, hasta estabilizarse en el 2016. La reciente reducción del paro, evidentemente, no va en origen de la semana de 35 horas, pero probablemente una causa cíclica a la cual se añaden las reformas realizadas desde el final del quinquenio Hollande, habiendo consistido precisamente en relajar el régimen jurídico de la jornada laboral, puede haber favorecido una bonanza hasta finales de la década de los 2010.

Ahora bien, la observación general es que 20 años después de la introducción de la semana de 35 horas, Francia tiene la jornada laboral legal más corta de Europa al mismo tiempo que la tasa de paro más alta después de los países del sur de Europa, y por encima de la media. De hecho, la semana de 35 horas ha conseguido ofrecer tiempo libre a los empleados, pero no ha conseguido compartir el trabajo y reducir el paro. Como veremos, también contribuyeron a penalizar de manera duradera los salarios bajos, así como la economía.

El segundo sindicado francés, la CGT, muestra las 32 horas como una de sus reivindicaciones nacionales, las fuerzas sindicales sobre el terreno se han reducido a proteger las "consecuciones". Las 32 horas, aunque aparecen a los programas de los partidos de izquierdas y Europe Écologie, los Verdes, ya no son una propuesta insignia. Solo raros intelectuales y políticos se aventuran a defender una nueva etapa de reducción de jornada en Francia. Las emergencias sanitarias, sociales y económicas, la cuestión del teletrabajo o los trabajadores "imprescindibles" han vuelto a apagar desde el verano del 2020 el debate de jornada surgido en primavera. Las grandes dificultades de los interlocutores sociales a la hora de negociar un acuerdo nacional sobre el teletrabajo, partes importantes del cual se refieren a las cuestiones de organización del tiempo de trabajo de los teletrabajadores, tienden a confirmar que sin un impulso político, es imposible una nueva etapa de RTT, reducción de jornada de trabajo tal como se conoce en Francia.

¿Y ahora, de cinco a cuatro días?

Actualmente, en Francia ya están en un segundo estadio del debate y lo que ahora se discute son las semanas de cuatro días. Otro melón que arrastra el lastre de la reducción y abre muchas dudas sobre hacia dónde va la competitividad con estos condicionantes normativos. Si la semana de cuatro días adquiere realidades diferentes y modalidades variadas por todo el mundo, esta medida tiene una cosa en común por todas partes: el de ser un síntoma generalizado de la individualización de la organización del trabajo. Para Sarah Proust, experta asociada francesa, la constitución de estas nuevas organizaciones requiere al encontrar donde reside el punto en común en el trabajo, como consolidarlo, como hacer que todo el mundo contribuya para que todo el mundo se beneficie.

La semana de cuatro días parece, para muchos países del primer mundo, el gran tema de actualidad vinculado al trabajo, tanto dentro de las organizaciones (empresas, administraciones, asociaciones) como en la agenda política de los gobiernos. Ahora bien, hablar de la semana de cuatro días hoy es utilizar un solo término orientado a realidades de diferente naturaleza (reducción del tiempo de trabajo o volumen constante de horas), modalidades variadas (un día menos trabajado idéntico para todos o a la carta). para todo el mundo, semanal o estacional, etc.) e intenciones heterogéneas (atractivo, compensación por teletrabajo, ahorro de espacio, etc.). Mencionar la semana de cuatro días de hoy es pensar en una medida de distribución del trabajo, ya que se considera principalmente a un volumen horaria constante. Hasta hace unos años, la semana de cuatro días era sinónimo de 32 horas y se entendía como una medida de reducción de jornada.

Citado por Libération, Éric Heyer, economista del Observatorio Francés de las Condiciones Económicas (OFCE), resume el tema en una fórmula clara: "No tenemos que confundir la semana de "cuatro días", que reduce el tiempo de trabajo, y la semana de "cuatro días", que la comprime en dos". En los experimentos actuales en Francia y por todo el mundo existen ambas medidas, pero la que prevalece por todas partes, la que se estudia mayoritariamente en las organizaciones, la que impulsan los poderes públicos, sigue siendo la semana de cuatro días en volumen (entre 39 horas y 35 horas). Parece, pues, que, cuando se menciona hoy la semana de cuatro días, es efectivamente la cuestión de la organización del trabajo y su distribución la que se dirige más que la idea del lugar que pretendemos dar al trabajo en la sociedad. Para poder comparar elementos comparables, hay que precisar siempre si hablamos de una semana de 32 horas o de un volumen horario constante, ya que es este elemento el que da lugar a diferentes valoraciones de los beneficios o perjuicios de la medida hacia los empleados.