Alemania ha dado este sábado el adiós definitivo a la energía nuclear, con la desconexión de los tres últimos reactores que tenía en funcionamiento, en pleno debate sobre una forma de energía que, en país germánico generaba el 5% de la electricidad consumida. Un debate que persiste en toda Europa más cuando, en paralelo, es uno de los países de la reunión de ministros de Energía y Medioambiente del G7 -Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá- para avanzar hacia una sociedad libre de combustibles fósiles y la seguridad energética tras la invasión de Ucrania.
Mientras en Alemania el Ejecutivo presidido por el socialdemócrata Olaf Scholz cumple con un acuerdo del parlamento alemán de 2011, en Francia, Emmanuel Macron, dio un giro a partir de 2021 en la línea que había marcado su predecesor, François Hollande, para reducir la dependencia del sistema eléctrico de la energía nuclear. Francia sigue siendo el estado más nuclearizado de Europa y el que hace una apuesta más clara por esa tecnología, encabezando un grupo de pronucleares para hacer valer sus argumentos ante las instituciones europeas. La eléctrica pública EDF -en la que el Estado va a aumentar su participación hasta el 100 % para tener un control absoluto- opera en la actualidad los 56 reactores atómicos del país, que en condiciones normales aportan el 70 % de la electricidad generada en el país.
El debate sobre cuál es la mejor estrategia sigue abierto en la Unión Europea, más cuando la seguridad energética ha quedado en entredicho tras la invasión de Ucrania por parte de Rúsia. Rusia, con 38 reactores nucleares operativos, y Ucrania, con 15 reactores en funcionamiento, son los dos países que suceden a Francia como los Estados dónde más asentamientos nucleares hay en Europa. Por ello, las organizaciones de la industria alemana han alertado de las posibles consecuencias para un sector castigado por el elevado coste de la electricidad, mientras que la oposición democristiana -al igual que los socios de gobierno liberales- han propuesto diversas fórmulas para diferir la desconexión de los reactores.
Al mismo tiempo, una veintena de científicos, entre ellos dos premios nobel, apelaron esta semana a mantener en funcionamiento las últimas tres centrales para alcanzar los objetivos climáticos, ante la subida de las emisiones de CO2 ocasionada por el mayor consumo de carbón el año pasado, mientras que una encuesta encargada por la televisión pública ARD reveló que el 59 % de los alemanes rechaza ahora mismo el abandono de la energía nuclear. En declaraciones a Efe, el experto en el mercado energético Jonas Egerer explicó que la situación actual se debe en parte a que tras 2011 el Gobierno no tomó medidas para una transición hacia un sistema totalmente renovable, sino que concibió las centrales de gas como tecnología puente a largo plazo para el suministro eléctrico, con lo que se aceptó una creciente dependencia del gas ruso.
A la vez que Alemania ejecuta su apagón nuclear, en Sapporo (norte de Japón), este sábado se han iniciado las reuniones sobre seguridad energética del G7. El ministro de Economía japonés, Yasutoshi Nishimura, ha abierto el encuentro alertando a las potencias mundiales se enfrentan a grandes desafíos por “el aumento vertiginoso de los precios del petróleo, el gas, y el carbón, mercados energéticos inestables que nunca hemos experimentado antes”.
Según Nishimura, el primer punto a debatir implica garantizar simultáneamente la seguridad energética y abordar la crisis climática con el uso de nuevas tecnologías que contribuyan a la descarbonización, incluidas las energías renovables y la eficiencia energética, según informó Efe. En este sentido, el país asiático destacó varias propuestas que han supuesto un escollo en las negociaciones con sus vecinos como son el uso de la energía nuclear, centros de reutilización y almacenamiento de dióxido de carbono o la combustión conjunta de amoníaco y carbón para reducir emisiones.
El encuentro de dos días del G7, que arrancó este sábado, concluirá con la firma de la Declaración Hokkaido-Sapporo, que propone trabajar con el sector privado con el fin de introducir nuevas tecnologías y combustibles para una "transformación verde", o GX -como lo llama Tokio-, según el primer borrador publicado por medios locales. Esta declaración incluirá un plan de eliminación gradual de los combustibles fósiles y para la reducción de las emisiones, aunque, por el momento, no se habría concretado el calendario para este proceso.
El hecho de que Japón sea el anfitrión de la reunió es ya de por sí un primer escollo para llegar a acuerdos. Japón tiene posturas encontradas con otros socios como Alemania, que ostentaba la presidencia de turno del G7 en la última reunión sobre aspectos energéticos y lucha contra el cambio climático. En ese momento, los líderes del G7 acordaron lograr un "sector eléctrico total o predominantemente descarbonizado para 2035", sin embargo, algunas de las medidas propuestas por el Ejecutivo del japonés Fumio Kishida para este encuentro, como la aprobación de inversiones en el sector del gas natural, van a contracorriente de las recomendaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).