El juez ha decidido que los fondos acreedores se queden con Celsa, lo que supone el fin del imperio siderúrgico de la familia Rubiralta, que estuvo al frente durante más de 50 años. En la actualidad facturaba cerca de 6.000 millones de euros, con 120 plantas distribuidas por el mundo que ocupaban a más de 9.000 empleados.
Los hermanos Francesc y Josep Maria Rubiralta Vilaseca crearon la Compañía Española de Laminación SA (Celsa) en 1967 cuando todavía no habían cumplido 30 años. Sus padres, Anselm Rubiralta Oller y Dolors Vilaseva Garriga, de Manresa, regentaban un almacén de productos siderúrgicos en esta localidad, en el que trabajaron sus hijos antes de que estos adquieran la planta de transformación de acero de Sant Andreu de la Barca que fue el embrión de la actual Celsa.
En sus orígenes, Celsa nació con un capital social de 10 millones de pesetas (6.000 euros, que tampoco era una fortuna para aquella época) y con el visto bueno de la administración que les concedió los licencias para operar en el sector siderúrgico. Francesc tomó el mando desde el primer momento. Disponía de una sólida formación: estudió en los Jesuitas de Sarriá, en la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona, en el IESE e, incluso, realizó un programa de dirección de empresas en Harvard Business School en 1973.
Hijo de un pequeño empresario –aunque con silla en el pleno de la Cámara de Comercio de Manresa–, sus orígenes no le impidieron codearse con la alta sociedad catalana. Durante años fue patrono de la Fundación Palau de la Música-Orfeó Català y colaboró con el Gran Teatre del Liceu. Acostumbraba a acudir todos los años al festival wagneriano de Bayreuth y también al de Salzburgo.
Familia Rubiralta
Con la empresa funcionando a pleno rendimiento, se casó con Isabel Rubió Badia, con la que tuvo cuatro hijos, hasta ahora principales accionistas de Celsa: Francesc (1977), Ignasi (1985), Carola (1986) i Anna (1989). Francesc Rubiralta Rubió, el primogénito, es el actual presidente y consejero delegado del grupo.
En 2006 se produjo un cisma familiar cuando los fundadores, los hermanos Francesc y Josep Maria, se separaron y, con ello, escindieron el grupo familiar. Francesc se quedó el negocio siderúrgico, considerado en aquellos momentos la joya de la corona, mientras que Josep Maria se situó al frente de la división farmacéutica, la actual Werfen. El tiempo ha dado la razón al segundo. El imperio de acero se ha desmoronado mientras que Werfen ha protagonizado un crecimiento imparable. Francesc falleció en 2010 y su hermano Josep Maria, en 2012.
Desde la escisión, Celsa llevo a cabo una política expansiva dirigida por el heredero. En la actualidad es el tercer fabricante de acero europeo. Negoció más de una decena de refinanciaciones con la banca, de manera más que satisfactoria, hasta que entraron los fondos de inversión. En el sector cuentan que no es lo mismo negociar con la banca que con los fondos. Y la pandemia de 2020 supuso un golpe para la familia que no pudieron superar. Los fondos les llevaron a juicio y, al final, se han quedado con el grupo siderúrgico. En una sentencia que no es recurrible, el tribunal considera que la deuda supera el valor de Celsa.