Una vez que Donald Trump se instale en la Casa Blanca, su administración suprimirá las ayudas para la compra de vehículos eléctricos, que ahora alcanzan hasta los 7.500 dólares, según da por hecho la prensa norteamericana.

En un momento en que el coche eléctrico pierde cuota del mercado en los Estados Unidos por sus elevados precios y la falta de suficientes infraestructuras de recarga, la eliminación de las ventajas fiscales para su compra todavía les hará menos competitivos respecto a los de gasolina. Pero a Elon Musk no se lo ve nada preocupado, aunque sea el dueño de Tesla, el principal fabricante de coches eléctricos.

Cuando Reuters publicó la semana pasada que Trump eliminará las ventajas fiscales para la compra de vehículos eléctricos, Musk escribió en X, su red social, que "en mi opinión, tendríamos que acabar con todos los subsidios gubernamentales, incluidos los destinados a los vehículos eléctricos, de petróleo y gas."

Tesla mantiene una posición dominante entre los fabricantes de coches eléctricos de los Estados Unidos y, si se eliminan las ayudas gubernamentales, todavía reforzará más esta ventaja respecto a sus competidores, tal como apunta el digital económico Morning Brew. De hecho, cuando se presentaron los resultados de Tesla del primer semestre, Musk ya aseguró que eliminar las ayudas sería "devastador" para sus competidores, mientras que a Tesla solo la perjudicaría de manera "leve".

Tesla obtuvo en 2023 unos beneficios netos de 13.786 millones de euros, un 19,4% más que en 2022, después de aumentar la producción de vehículos un 35%. Impulsada por la victoria de Trump, las acciones de Tesla se dispararon en la bolsa y la compañía superó por primera vez el billón de euros de capitalización. En cambio, sus dos principales competidores, Ford y General Motors (GM), siguen perdiendo dinero con cada vehículo eléctrico que venden. Incluso, Ford ha suspendido temporalmente la producción de la furgoneta eléctrica F-150 Lightning.

La Alliance for Automotive Innovation, una asociación de fabricantes de vehículos eléctricos que operan en Estados Unidos, que también actúa como lobby, reclamó antes de las elecciones que se mantuvieran las ayudas gubernamentales, pero resulta que Tesla no forma parte de ésta organización.

Pero Trump no puede eliminar las ayudas fiscales para la compra de coches eléctricos nada más llegar a la Casa Blanca, por decreto, porque forman parte de la Ley de reducción de la inflación (IRA, por sus siglas en inglés) impulsada por el presidente Joe Biden. Por lo tanto, las tendrá que suprimir por vía parlamentaria, pero tampoco es un impedimento porque los republicanos han conseguido la mayoría en las dos cámaras.

Trump busca la compañía de Musk y viceversa. Uno de los hijos del futuro presidente difundió esta semana una imagen en la que aparecían juntos, en compañía de Robert Kennedy, que será el secretario de salud, comiendo un menú de hamburguesas y patatas fritas de McDonald's cuando viajaban en un jet privado. Con el visto bueno de Trump, Musk aparece como el hombre fuerte del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés), creado para desmantelar la burocracia, reducir los gastos federales y acabar con ciertas regulaciones. No será una agencia oficial, puesto que no formará parte de la administración Trump, pero parece que ejercerá una gran influencia en sus políticas.

De momento, Musk y sus empresas están aprovechando la apuesta por Trump y los 130 millones de dólares que el magnate donó para la campaña presidencial. Incluso, la red X puede sacar importantes réditos. Mientras continúa la caída de usuarios (más de 100.000 estadounidenses se dieron de baja al día siguiente de las elecciones), las marcas que hace un año dejaron de anunciarse en X se plantean regresar. Según informaciones de Financial Times, las agencias publicitarias prevén que los anunciantes vuelvan a gastarse su dinero en X en un intento de ganar "influencia política" sobre la nueva administración Trump. O sea, Musk perderá usuarios, pero ganará anunciantes.