Gabriel Masfurroll Lacambra, de 71 años, es un empresario del sector hospitalario, muy conocido por haber sido directivo del Barça con tres presidentes, que forma parte de un linaje empresarial, de los más sorprendentes porque no estuvo liderado por hombres sino por mujeres.
Su abuela, Carmen Mir, fundó la marca de alta costura que llevaba su nombre, que durante décadas vistió élites españolas e internacionales, y de la cual se acabaría haciendo cargo su nuera, Elisa Lacambra, que fue la madre de Masfurroll.
A raíz de la crisis del sector textil de los setenta, Masfurroll descartó continuar con el negocio familiar y se decantó, casi de casualidad, por la gestión hospitalaria. Y después de dirigir varios centros y cadenas sanitarias, él y su primogénito –Gabriel 'Gaby' Masfurroll Cortada, que lleva el mismo nombre por tradición familiar– compraron hace 10 años la primera de las clínicas que acabaría formando el actual grupo Clínicas Mi.
En este paso hacia la gestión hospitalaria tuvo mucho que ver Cristina Cortada, la esposa de Gabriel Masfurroll, que conoció en el Hospital de Sant Pau cuando la primera trabajaba de enfermera y el segundo se acababa de incorporar como economista, en uno de sus primeros trabajos profesionales.
"Me enamoré con locura de ella cuando la vi por primera vez en la entrada de Sant Pau, con un vestido de terciopelo azul, y también me enamoré del hospital y eso ha marcado mi vida", relata en una conversación con ON ECONOMIA en compañía de su esposa y de su hijo mayor. Gabriel y Cristina tuvieron tres hijos: Gaby –cofundador y CEO de Clínicas Mi-, Paola –consultora de Deloitte para el sector sanitario– y Alex, que nació con Síndrome de Down y falleció con solo tres años, pero que toda la familia tiene muy presente. Los Masfurroll participaron en la creación de la Fundación Catalana para el Síndrome de Down, al lado de Ramon Trias Fargas y Montserrat Trueta, y años después, en 2006, constituyeron la Fundación Alex para integrar a niños con discapacidad a través de disciplinas como el deporte o la música.
Al repasar el linaje empresarial, Gabriel Masfurroll destaca que es hijo y nieto de empresarias: en pleno franquismo, "dos mujeres se convirtieron en empresarias, en emprendedoras como se las llama ahora, mientras mi abuelo y mi padre estaban para ayudarlas. Se cambiaron los papeles tradicionales, ellos sacrificaron sus vidas profesionales por ellas".
Su abuela, Carmen Mir Llusada (Balsareny, 1903 - Barcelona, 1986) vivió toda la vida entre telas porque su padre, Gabriel Mir, era un industrial del textil. En 1940, Carmen abrió un taller de confección de ropa en Manresa, que sería el embrión de la marca Carmen Mir, uno de los referentes de la alta costura española a partir de la década de los cincuenta junto a nombres como los de Manolo Pertegaz o Pedro Rodríguez.
Después abrió un taller en Barcelona, con más de 150 oficialas y aprendizas. Tenía tienda en Barcelona, en Rambla Catalunya y en la calle Provença, pero también en Madrid, en la Puerta del Sol y en la calle Alcalá.
Carmen Mir vistió famosas desde la televisiva Laura Valenzuela en un festival de Eurovisión a la cantante de ópera Maria Callas, pero sobre todo a la alta sociedad catalana, la española y de otros países gracias a sus desfiles de modelos en ciudades como Nueva York u Houston. También fue la diseñadora del uniforme de los atletas españoles en los Juegos Olímpicos de México de 1968.
Se casó con Bonaventura Masfurroll, que la ayudó en el negocio. Su mano derecha fue Elisa Lacambra, que empezó de modelo y se convirtió en su nuera, al casarse con Gabriel Masfuroll Mir, el cual abandonó la vocación de arquitecto para ayudar a la esposa y a la madre. Curiosamente, Carmen y Elisa viajaban solas por el mundo, de desfile en desfile, pero necesitaban que los esposos firmaran la autorización para salir del país, un trámite obligatorio en la época. Antes del fallecimiento de Carmen, Elisa Lacambra se hizo cargo de la firma, que ya había entrado en el prêt-à-porter, pero acabó cerrado en los ochenta. Elisa falleció en octubre del año pasado. Tenía 90 años.
En 2019, en un acto sobre mujeres empresarias organizado por el Instituto Cervantes, con la participación de Elisa y su hijo Gabriel, el diseñador Lorenzo Caprile describió a Carmen Mir como "la gran dama de la moda española y, lamentablemente, la grande olvidada".
Un economista en un hospital
Gabriel Masfuroll explica que "no tenía ningún sentido ponerme a trabajar en una empresa [familiar] que lo estaba pasando mal" desde la crisis del petróleo de los setenta, que afectó al textil, y se enfocó a la dirección de empresas. "El primer día que puse los pies en un hospital [Sant Pau] tenía cero vocación: yo no sabía que era un hospital y los hospitales todavía no sabían que hacía allí un economista". Pero la experiencia en Sant Pau, de tres años y medio, fue fructífera: allí no solo conoció a su futura esposa sino que empezó su carrera de gestor y posterior empresario del sector sanitario.
Pero Masfuroll hizo un paréntesis: "Era muy joven y, después de pasar un año en la Fundación Puigvert, pensé que había otras cosas en el mundo y me fui a trabajar a una editorial, Grijalbo, con Joan Grijalbo". Todavía recuerda una frase que le decía este editor nacido en Gandesa (Tarragona) que entonces no le hacía ninguna gracia y que ahora le provoca mucha: "Usted es universitario, pero yo, con un libro bajo el brazo, me he hecho millonario, o sea, espabile".
Después de Grijalbo regresó a la sanidad cuando lo fichó American Medical International para dirigir hospitales que había comprado este grupo norteamericano. Se puso al frente de la Fundación Jiménez Díaz, lo que le obligó a irse a vivir con toda su familia a Madrid, incluida su hija Paola, cuando solo tenía unos meses. Cuando llegó a la Jiménez Díaz se encontró con un hospital en crisis: deudas con Hacienda, la Seguridad Social y con los trabajadores, que se encadenaron y, algunos, se declararon en huelga de hambre. Pero "le dimos la vuelta y ahora es uno de los mejores de España". Parte de la solución pasó por un acuerdo con el entonces ministro del ramo, Julián García Vargas.
El primer día en la Jiménez Díaz, Masfurroll se encontró con "un despacho que parecía el de un ministro" y con una pelota de fútbol firmada por todos los jugadores del Real Madrid, que le regaló la propiedad del centro sabiendo que, en aquellos momentos, él formaba parte de la junta del Barça que presidía Josep Lluís Núñez. Donó la pelota para que la sortearan entre los niños de la unidad de oncología infantil.
Cuando el grupo norteamericano decidió salir de España, a Masfurroll, por su condición de consejero delegado, le encargaron vender los activos. Poseían la Quirón, la Dexeus y la Jiménez Díaz. Explica que intentó comprar alguno de los hospitales, sin conseguirlo, pero "aprendió" cómo funcionaban los fondos de inversión. Entonces, con su equipo, creó la consultora Gesgrup: asesoraron en la construcción de la Teknon, en la del Hospital de Meritxell, en Andorra, y redactaron el primer plan director de un hospital público en España, el del Valle de Hebrón.
Después de dirigir Sanitas, creó una compañía de hospitales privados, una experiencia inédita en España. A mediados de los noventa, en las negociaciones entre las aseguradoras –que ya habían efectuado un proceso de concentración– y los hospitales privados –individuales, pequeños, de propiedad muy diversa– se imponían las primeras. "La idea era crear una compañía de hospitales que fuera capaz de negociar de igual a igual con las compañías de seguros. Por eso fundamos USP Hospitales. Empezamos con dos personas y acabamos siendo 7.000. Y al cabo de 15 años llegamos a facturar 400 millones de euros", precisa Masfurroll, que fue el fundador y presidente ejecutivo de este grupo que llegó a tener presencia en España, Portugal, Marruecos y Angola.
Entró en Angola después de que el presidente de la petrolera Sonangol (Sociedade Nacional de Combustíveis de Angola) se presentase en Barcelona con su jet privado para convencer a Masfurroll de que abriera un hospital en su país, tal como relata: habían pasado por una guerra civil, tenían petróleo, pero no podían contratar ingenieros porque les pedían un buen hospital y no lo tenían. Y aquí le dieron la solución.
La formación de un nuevo grupo hospitalario
Explica que en 2011 decidió tomarse un "año sabático", aunque, en realidad, fue de formación. Pasó por varias universidades. Y, finalmente, en 2014 "Gaby [su hijo] me dice que hay la oportunidad de entrar en un hospital, el Tres Torres. Hicimos un pacto: él dirigiría el negocio, me tendría a su disposición, pero el proyecto sería suyo. Yo me quedaría de presidente del consejo, pero no ejecutivo. Así lo hicimos".
Gaby Masfurroll, CEO de Clínicas Mi, recuerda que a finales de 2014 compraron el centro Tres Torres cuando se encontraba en "una situación de distress en todos los niveles". Y lo relanzaron sin despedir a nadie. A diferencia de otros centros, señala que "se convirtió un poco en aquella pequeña aldea de galos donde hacemos las cosas de una manera muy particular, con una vocación familiar, de país". Tres años después, en 2017, adquirieron la clínica NovaAliança, de Lleida, que forma parte de la red Siscat (de servicios públicos). Y recientemente han incorporado el Centro Oftalmológico Tetuán, de Barcelona, después de que el fondo Portobello entrara en el capital de Clínicas Mi con una participación minoritaria (49%). El otro 51% continúa en manos de la familia Masfurroll.
"Nos ha costado encontrar a este acompañante que tenga una vocación de socio minoritario, absolutamente respetuoso con los principios y convicciones de empresa familiar industrial", indica Gaby. Y recuerda que Portobello invierte en Clínicas Mi desde un fondo que, estatutariamente, solo puede entrar en régimen de socio minoritario en compañías familiares.
Clínicas Mi, ahora con tres centros, está en condiciones de crecer, de incorporar a más clínicas en Catalunya. "Si hay algo que encaje, lo haremos", añade.
Entre Gabriel i Gaby hay una diferencia: son socios del FC Barcelona, pero el hijo no se plantea la posibilidad de ser directivo del club como lo fue su padre durante 15 años: "El Barça nos ha dado muchos disgustos. Es la relación más desequilibrada de tu vida [dice dirigiéndose a su progenitor]. Le has dado mucho más al club que el club a ti". Y Cristina, la esposa y madre, lo ratifica: "Es muy sacrificado, ahora ve a Riazor, ahora aquí, ahora allí...". Toda la familia son socios del Barça, incluidos los cuatro nietos –uno de los cuales también se llama Gabriel–, desde que nacieron. La excepción es el esposo de Paola, simpatizante del RCD Español.
Paola Masforroll ha salido del consejo de administración de Clínicas Mi a raíz de la entrada de Portobello, pero continúa como accionista. Durante la conversación llamó por teléfono a la familia desde Madrid, donde tiene despacho como consultora de Deloitte.
I Gabriel Masfurroll sigue yendo a su despacho de la Clínica Tres Torres, lleno de recuerdos de sus viajes y de su vinculación con el deporte. Incluso tiene colgada una camiseta con el número 10 de la selección de Argentina firmada por Maradona, Pelé, Di Estéfano y, claro, por Messi entre otras figuras del fútbol mundial. Y sigue recuperándose de su enfermedad, que él mismo hizo pública hace unos meses, y escribiendo libros.
Con posterioridad a la conversación con ON ECONOMIA y tras “darle vueltas”, Gabriel Masfuroll ha añadido que “la historia empresarial de nuestra familia ha estado basada siempre en la innovación y la lucha contra elementos de todo tipo que nos hemos ido encontrando y que, a base de esfuerzo y mucho tesón y convicción, hemos ido superando, no fácilmente, y creo que esto nos ha hecho mejores, más resilientes y más fuertes. Nada ha sido fácil, pero estamos orgullosos y satisfechos de nuestro pequeño, humilde, pero profundo legado a nuestra sociedad”.