El grupo Gallo entró hace dos años en la producción de caldo envasado con el propósito de “revolucionar el mercado”, un proyecto que busca la complicidad de la marca blanca. El fabricante insta a elevar el valor nutricional del producto y, sin reparo alguno, revela su receta a la competencia: más pollo y fomentar la economía circular con el reaprovechamiento para que el proceso sea rentable.

Los caldos Gallo garantizan un 33% de pollo en su contenido, sin aromas añadidos, cuando muchas marcas aportan únicamente un 3% a la elaboración del producto”, delata Fernando Fernández, presidente ejecutivo de grupo Gallo, en declaraciones a ON ECONOMIA. Ello cuando “lo óptimo sería que la cantidad mínima de pollo fuera el 19% de todos los ingredientes frescos que aseguran un sabor auténtico, como el caldo hecho en casa”, manifiesta el directivo. Sin embargo, un 57% de los caldos de pollo en el mercado contienen un máximo de un 2% de pollo, y algunos incluso menos del 1%, sustituyendo ingredientes naturales por aromas y extractos.

La fórmula de Gallo consiste en rentabilizar el proceso de fabricación con un proyecto de economía circular que permite reaprovechar los ingredientes de la elaboración del caldo, mediante su reutilización en empresas dedicadas a la alimentación para animales. Se ha realizado un esfuerzo en I+D, explica el presidente ejecutivo, que “nos hace más competitivos” en un mercado que tiene el 50% del volumen en manos de la marca blanca. Además, el envase es un tetra brick totalmente reciclable, con un 87% del material de origen vegetal y que cuenta con tapón de caña de azúcar y no de plástico.

Para la marca Gallo, es importante que la calidad y el valor nutricional de los caldos envasados se generalice, teniendo en cuenta que este producto tiene una penetración del 62% en los hogares españoles, porque “muchos consumidores aún perciben que lo que encuentran en el supermercado no se corresponde a lo que ellos pueden cocinar en casa”, admite Fernández.

En la actualidad, Gallo cuenta con una cuota de mercado del 2,8% en el segmento de caldos envasados, aunque alcanzó un 5,7% a principios de año gracias a una campaña de promoción; “algo muy habitual en esta categoría de producto”, según Fernández. En comparación con el año anterior, la marca ha experimentado un crecimiento del 41% en ventas, “un 20% de las cuales se concentra en un único mes, diciembre”, destaca el ejecutivo. Con esta tendencia, Gallo aspira a alcanzar una cuota del 15% en los próximos cinco años. La categoría está controlada por la marca Gallina Blanca (del grupo BGfoods), según datos Nielsen, con un 60% del mercado, y otras marcas como Aneto y la más reciente El Pavo (también de GBfoods) que entró en el segmento de caldos en 2022 con envases de plástico sostenibles. Además, la marca Gallo tiene una cuota de mercado cercana al 28% en pasta seca, un 29% en salsas y un 16% en harinas.

La fábrica del grupo Gallo, en Granollers (Barcelona)

Una apuesta que costó 15 millones

Hace dos años que la marca Gallo decidió entrar en el segmento del caldo envasado; una categoría de producto que complementa su negocio de pasta seca y fresca y de salsas. Para ello, la compañía diversificó y racionalizó su actividad, invirtiendo 15 millones de euros en su complejo productivo de Granollers (Barcelona), dentro de una estrategia empresarial para hacer más competitivas sus fábricas mediante la especialización. Así, en Granollers se producen 140.000 litros de caldo al día, y se mantiene la elaboración de productos refrigerados de pasta fresca y salsas frescas. Granollers dejó de producir pasta seca larga y corta, una actividad que se concentró en la planta andaluza de El Carpio (Córdoba). 

La planta de Esparraguera elabora pasta sin gluten y también un nuevo tipo de pasta elaborada con legumbres (guisantes, garbanzos y lentejas); y la de Sant Vicenç dels Horts, produce platos preparados asiáticos de la marca Ta-Tung, en una planta en la que se invirtieron 3 millones de euros en 2019, después de adquirir la marca a su fundadora Kav Ly.

Desde 2019, el grupo que fundó y dirigió durante 73 años la familia Espona pertenece al fondo inversor ProA Capital, que pagó por 230 millones de euros. No obstante, un pequeño porcentaje del 15% capital está en manos de la segunda generación de los Espona; lo han recuperado tres de los cinco hermanos Espona Massana, Pedro Antonio, Carlos y Silvia Espona.