El mercado de capitales recibió favorablemente este lunes los contactos entre la familia Grífols y el fondo canadiense Brookfield para estudiar una opa sobre la propia compañía para conseguir su exclusión de la bolsa, 18 años después de su irrupción en el Mercado Continuo español, en el IBEX-35 desde hace 16 años y, en 2011, entró en el Nasdaq con las acciones de clase B (acciones con derechos de voto limitados). La cotización de Grifols cerró la jornada en el IBEX con un alza del 9,7%, hasta los 9,86 euros, lo que no quita que siga perdiendo un 36,19% en un año horribilis para el fabricante de hemoderivados que, además, ha perdido la mitad de su valor en 3 años (acumula una caída del 54,51%).
Este descenso es uno de los hándicaps que tiene por delante la familia Grífols si quiere que su estrategia siga adelante, puesto que los accionistas minoritarios no se conformarán con un precio de oferta de adquisición de las acciones que no les proporcione una buena prima de ganancia, especialmente si compraron en 2020, cuando la acción cotizaba a 31,54 euros.
Grifols estuvo valorada en pandemia en 20.000 millones de euros y ahora ronda los 5.500 millones -a cierre del mercado el pasado viernes, antes de conocerse los contactos con el fondo canadiense- tras varias caídas bursátiles: un 24% en 2020 -valor a 31,54 euros, que fueron los máximos desde 2010, cuando valía poco más de 4 euros-, un 29% en 2021 -con un valor de 24,08 euros-, un 36% en 2022 -valor de 15,84 euros- y un 18% en 2023 -hasta un precio de 9,74 euros. Además, desde que en
Por ello, una oferta cercana a la valoración actual no va a despertar ningún tipo de interés por parte de los inversores, pese a que “la de hoy ha sido una buena noticia porque marca el camino que quiere seguir la familia y el núcleo duro de los accionistas”, señala Borja Ribera, profesor en EAE y director de banca personal en GVC Gaesco. Es favorable para el accionista si prospera con un buen precio y para la compañía también porque su depreciado nivel bursátil complica su situación financiera porque cierra el acceso a algunos mercados financieros y eleva el nivel de garantías y de coste de su aproximación al crédito.
"El movimiento de Grifols es lógico y honesto", declara Joan Tarradellas, profesor de finanzas en EADA, porque "responde al interés de la misma compañía de poder centrarse en el negocio", dejando de lado los tropiezos que -en este caso- les está poniendo "un fondo buitre con actuaciones muy dudosas", añade. Tarradellas insiste en que "una opa de exclusión es una medida correcta" porque la situación actual está dañando al negocio en sí, porque afecta también a los proveedores, los clientes... a toda la actividad de la compañía. Y enrarece su relación con las fuentes de financiación, considera.
Como muestra de ello, en junio de 2024 con una deuda declarada a cierre del primer trimestre del año de 10.947 millones de euros (7,9 veces ebitda) y unos vencimientos de la deuda en 2024 y 2025 de 3.170 millones, Grifols cerró con éxito una ampliación de su emisión de bonos de 1.000 a 1.300 millones para cubrir los vencimientos hasta 2025, pero con un pago de los bonos al 7,5% de interés.
Por su parte, Borja Ribera advierte que hay inversores que acumulan fuertes pérdidas y piensan que Grifols tiene potencial de revalorización “por lo que pueden optar por no vender”. Ribera considera que habrá que esperar al lanzamiento en firme de las condiciones de la OPA para analizar su viabilidad.
Otro de los obstáculos a qué debe enfrentarse la familia Grífols es el control de la compañía. En la actualidad, según los registros de la CNMV, un 30% del capital estaría en manos de miembros de los fundadores de la compañía y de directivos próximos al consejo, a través de las sociedades Scranton Enterprises, Deria, Ponder Trade y Ralledor Holding Spain. Santiago Grifols Ras posee más del 7,3% del capital; Enrique y Nuria Grifols Roura tienen cerca del 9,3%; y Scranton, la sociedad patrimonial de los Grífols, cuenta con más del 8,6%. Además, de otros accionistas significativos como el fondo Capital Research and Management Company (4,58%), BlackRock (4,3%), Goldman Sacks (6,25%), JPMorgan Chase (3,63%) y Rokos Global (1,13%). A buen seguro que, según las fuentes consultadas por ON ECONOMIA, la compañía ya ha hecho aproximaciones con los fondos de más peso accionarial. Brookfield ha confirmado este lunes que ha mantenido «conversaciones exploratorias» con determinados accionistas de referencia de la compañía.
El experto de GVC Gaesco recuerda que la solicitud de una OPA de exclusión a la junta general de accionistas debe contar con el apoyo de como mínimo el 51% del capital de la sociedad y que, una vez conseguido, el 93% de los accionistas deben declarar que están dispuestos a vender. “Sin esta mayoría no se puede plantear la propuesta a la junta de accionistas, además de que el proceso para intermediar en la exclusión de bolsa del inversor minorista tampoco es fácil”, añade. En el caso de Grifols, la autorización deberá autorizarse en la CNMV y en la SEC norteamericana.
El profesor de finanzas Joan Tarradellas expone que formalizar la exclusión de bolsa con un fondo, en este caso Brookfield, no tiene por qué poner en riesgo el control de la familia Grífols. "Es cierto que la opa tiene que aportar una prima a los actuales accionistas y a los fondos que controlan participaciones significativas de la empresa, pero ello no significa que la familia tenga que ceder el control de la gestión de la compañía", manifiesta. Tarradellas expone que, en estas situaciones, los pactos sientan las bases de cómo será el futuro de la empresa. Comenta que los contratos incluyen incentivos para las partes, de manera que "sería perfectamente posible que con el mismo porcentaje del 30% aproximado del capital, la familia Grífols mantenga el poder de gestión y los fondos obtengan una seria de ventajas financieras". Cita algunos: acciones preferentes con un dividendo asegurado, distribución del capital en acciones de clase A y clase B, opción de venta preferente con ciertas condiciones favorables si se vuelve al mercado de capitales o se da entrada a un socio inversor o industrial, etc.
Crecimiento inorgánico a golpe de talonario
El grupo Grifols inició en 2010 un crecimiento inorgánico exponencial que, en la mayoría de los casos, ha desembolsado con financiación externa. De ahí, una de las causas de su elevado endeudamiento. Entre las operaciones más destacadas se encuentran:
- En 2010, compra su competidora estadounidense Talecris, por 2800 millones de euros, aunque el costo de la operación ascendería a más de 3300 millones al contabilizarse la deuda asumida. La operación se efectuó mediante una oferta mixta de efectivo y acciones de Grifols de nueva emisión sin derecho a voto.
- En 2013, adquiere el 60% de la biotecnológica vasca Progenika Biopharma, 37 millones de euros -50% efectivo y acciones-, y la compra del 35% de la estadounidense Aradigm Corporation.
- En 2015, Grifols se hizo con el 45% de Alkahest tras desembolsar 37,5 millones de dólares, Y, en 2020, llegó al 100%, pagando otros 122 millones.
- En 2016, compró la división de diagnóstico de la Americana Hologic, por más de 1.700 millones.
- En 2019, acordó quedarse el 26% de Shanghai RASS Blood, por 1.680 millones de euros, para convertirse en el segundo mayor accionista del fabricante chino de productos sanguíneos, Un paquete accionarial del que ha desinvertido en los últimos meses.
- En 2020, compró al grupo surcoreano GC Pharma una planta de fraccionamiento de plasma y dos plantas de purificación en Montreal, Canadá, junto con once centros de plasma en EE. UU.
- En 2021, la compañía lanza una OPA sobre su rival alemana Biotest, mediante el desembolso de 1.453 millones de euros -2.000 millones si se incluye la deuda-. Ya entonces, la operación elevaba la deuda financiera neta a 6.480,3 millones de euros (más de cinco veces el ebitda). La operación dio un salto importante a la dimensión de la compañía, pero con el cambio de ciclo financiero y el incremento de los tipos de interés, el endeudamiento se desbocó. Además, la incertidumbre financiera generada por la compra de Biotest, motivó que la recualificación de su rating financiero y sobre endeudamiento. La compañía se vio obligada a aplicar los primeros ajustes, con un plan de reestructuración con despidos de hasta 2.300 empleados (el 8% de su plantilla) a nivel mundial.