Julio Muñoz Ramonet falleció en 1991 en Suiza, donde se había refugiado para escabullirse de la acción del juez Baltasar Garzón, pero casi 34 años después todavía está abierto el litigio entre el Ayuntamiento de Barcelona y sus hijas por la propiedad de una valiosa colección de obras de arte. Un juez ha dejado a las hijas y dos nietos a un paso de ir a juicio, pero no está claro que se llegue a celebrar.

El Juzgado de Instrucción número 9 de Barcelona cerró recientemente el sumario por el supuesto espolio de la colección de arte que Muñoz Ramonet legó a la ciudad. Como avanzó El País, el magistrado considera que hay indicios de presunto delito contra seis investigados –sus cuatro hijas, Carmen, Isabel, Elena y Alejandra Muñoz Villalonga; así como dos nietos, Manuel Costelo Muñoz y Carmen Lucía Escrivá Muñoz, de manera que rechaza el archivo de la causa como había solicitado la defensa. En la resolución se indica que "retuvieron ilícitamente y dejaron de entregar un total de 658 obras y objetos artísticos", la mayor parte de las cuales fueron localizadas por la Guardia Civil en viviendas y almacenes propiedad de la familia.

Este último auto judicial no es firme, se puede recurrir y, además, está la posibilidad de un acuerdo extrajudicial. Pero el Ayuntamiento de Barcelona –a través de la Fundación Muñoz Ramonet, que está bajo su control– no parece estar dispuesto a ninguna concesión porque, hasta ahora, se ha impuesto en esta larga disputa judicial.

Las cuatro hijas

De las cuatro hijas de Muñoz Ramonet, Alejandra falleció el 26 de enero pasado, a la edad de 72 años. Por este motivo, como es evidente, quedará fuera de la causa. Era la única de las cuatro que residía en Barcelona, donde nacieron, porque sus hermanas se establecieron en Madrid. Siempre se han movido con discreción, pero una de ellas es conocida por su profesión de fotógrafa: Isabel, de 74 años, ganadora del Premio Nacional de Fotografía de España en 2016, así como de dos World Press Photo. En 2023 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Isabel ha sido una de las hermanas más activas en la defensa de los intereses de la familia, cuyos miembros siempre han mantenido que se malinterpretó el testamento de Muñoz Ramonet, que se redactó en alemán –lengua que desconocía– en 1988, tres años antes de fallecer, cuando ya se encontraba en Suiza. En la defensa de la causa, Isabel dijo que su padre, nada sospechoso de sensibilidades hacia la izquierda y bien relacionado con el régimen franquista, nunca habría dejado este legado a un ayuntamiento que tanto ahora como en aquel momento estaba gobernado por socialistas.

El notario Romano Kunz

En paralelo, el notario suizo Romano Kunz, albacea testamentario de Muñoz Ramonet, presentó en 2017 una demanda judicial para que se revisaran sus últimas voluntades porque, a su entender, se cedió erróneamente el palacete del número 282 de la calle Muntaner y su contenido –la colección de arte– al ayuntamiento de Barcelona. Mantiene que al realizarse la traducción del testamento al castellano se confundió el concepto "patrocinio" por el de "patronato" porque la supuesta voluntad del difunto era que su legado barcelonés lo gestionaran las hijas con la colaboración del Ayuntamiento. Pero, de momento, la vía judicial emprendida por Kunz, que cuenta con el apoyo de la familia, tampoco ha tenido éxito.

En declaraciones a ON ECONOMIA, el abogado Jos Prado indica que sigue defendiendo "la interpretación de la última voluntad de Julio Muñoz Ramonet manifestada por su albacea universal, Romano Kunz". Añade que, en este momento, "el conflicto está en manos del Tribunal Constitucional. Las instrucciones que recibí en su día prevén agotar todas las instancias judiciales, en base a la firme convicción de que el testamento de Muñoz Ramonet ha sido malinterpretado".

Un palacete abierto al público

Por este testamento, el palacete del Marqués de Alella, de la calle Muntaner, pasó al Ayuntamiento, pero esto no fue hasta el verano de 2013 por los pleitos interpuestos. Y el palacete incluía su contenido, o sea, la colección de arte. Pero, cuando entraron, las piezas de mayor valor ya no estaban. La colección comprendía cuadros de Goya, Greco, Velázquez, Ribera, Fortuny, Anglada Camarasa... que se han ido recuperando desde 2017 a instancias de la actuación judicial. Desde el pasado otoño, los barceloneses pueden visitar un fin de semana al mes este palacete, que fue la residencia privada de Julio Muñoz Ramonet. Durante décadas fue considerado el hombre más rico de Barcelona –tal era su fama que se decía 'Después de Dios, los Muñoz'–, pero una buena parte de su imperio se perdió tras la crisis del textil.

El palacio del Marqués de Alella, en la calle Muntaner, que fue la residencia de Julio Muñoz Ramonet / Ajuntament de Barcelona

Julio Muñoz Ramonet (1912-1991) era hijo de Serafín Muñoz Ruiz (Jérez del Marquesado, Granada, 1879 – Barcelona, 1940), nacido en una familia de propietarios de fincas agrícolas, y de Florinda Ramonet Sindreu (Martinet de Cerdanya, ? - Barcelona, 1962). Serafín y Florinda se conocieron cuando trabajaban en los almacenes El Barato, propiedad de un tío de Florinda, pero pronto crearon su propio negocio textil, Industrias Muñoz. Serafín presidió el Centro Andaluz y de Beneficencia de Barcelona en la década de los años veinte. El matrimonio tuvo tres hijos más: Álvaro, socio de negocios de Julio hasta a principios de la década de los cincuenta; Mercedes, que fue concejala del Ayuntamiento de Barcelona por Alianza Popular (1985-1987); y Diego, pero este falleció con solo tres años.

Gracias a los contactos de su madre, al finalizar la Guerra Civil, Julio fue el encargado de despachar el algodón almacenado en el puerto de Barcelona, un producto escaso y sometido a cupo. Después compró industrias textiles, en una época en que se habían arruinado. Entre estas estaba la Unión Industrial Algodonera, que había sido propiedad de la acaudalada familia Bosch Caterineu, cuya adquisición venía acompañada del palacete de la calle Muntaner y de la colección de arte Bosch Caterineu (eran la garantía de los créditos de la algodonera), que es el origen del actual fondo artístico en disputa.

Entre las propiedades que acumuló había los almacenes El Siglo, El Águila (en la esquina de Pelayo con Plaza Universidad, que se incendió en 1981), el hotel Ritz..., así como negocios en Cuba, República Dominicana (tenía como socio al dictador Leónidas Trujillo, hasta que se enemistaron), Filipinas, Tailandia... y Suiza, donde poseía dos bancos. Y entre sus empresas destaca la inmobiliaria Alós, Interservi, Compañía Internacional de Seguros y, sobre todo, Unitesa, donde reunió las industrias textiles a finales de los cincuenta.

Algunas crónicas aseguran que llegó a tener 45.000 empleados y otras lo rebajan a 11.000 repartidos entre sus fábricas textiles, almacenes, bancos, aseguradoras, hoteles y negocios diversos. Lo cierto es que fue un polo de atracción para los jóvenes de los pueblos de Granada que emigraban a Barcelona. Según detalla el escritor Gabriel Pozo Felguera en un artículo de El Independiente de Granada, uno de sus trabajadores fue José Gómez Serrano, que empezó en los telares de Muñoz de Can Batlló y, años después, fundó el fabricante de televisores Inter.

Julio Muñoz Ramonet se casó en 1946 con Carmen Villalonga Jaúdenes (falleció en Barcelona en 1989), hija del valenciano Ignacio Villalonga Villalba, director y accionista del Banco Central. La boda se celebró en San Sebastián, donde se habían refugiado los padres de Julio durante la Guerra Civil. Con Carmen, tuvo a sus cuatro hijas, pero el matrimonio se separó en 1973. También se enemistó con el suegro, que nunca vio claro sus negocios.

Es un personaje de película, con fama de estraperlista a principios de los cuarenta, cuando estaba bien relacionado con el régimen y, según diversas informaciones periodísticas, también se le ha relacionado con otra Carmen: Carmen Brotons Buil (Guaso, Huesca, 1922 - Barcelona, ​​1949), más conocida por Carmen Broto, que se movía por los bajos fondos y por la alta sociedad y que murió asesinada. 

Al final de su vida, perseguido por problemas fiscales y por el juez Garzón, se estableció en el lujoso hotel Quellenhof, en Suiza. Su inmenso imperio económico se había desmenuzado, pero todavía era rico, muy rico porque conservaba bienes inmobiliarios entre otros intereses. Falleció el 9 de mayo de 1991 en la UCI de un hospital suizo, pero unos días después fue enterrado en el cementerio de Montjuic.